EDITORIAL

Confirmada batalla H. Clinton–Trump

Hillary Clinton se convirtió ayer en la primera mujer que competirá por la presidencia de Estados Unidos, al haber sido nominada en una convención del Partido Demócrata, la cual estuvo marcada al principio por ruidosas expresiones en su contra de parte de algunos participantes. De esa manera quedó confirmado que la próxima batalla electoral tendrá una serie de características únicas, alguien que representa la política tradicional con un aspirante que rompe todas las normas y con ello ejemplifica el rechazo al sistema.

La ex secretaria de Estado, exsenadora por New York y ex primera dama llega a lo que es hasta ahora el punto más alto de su carrera política, solo inmediatamente inferior a la primera magistratura de su nación. Su nominación no está exenta de controversias, como consecuencia del descuido que pudo haber existido en mensajes de su correo electrónico privado en referencia a asuntos que pueden ser considerados riesgosos para el gobierno estadounidense.

La victoria interna demócrata de la experimentada Clinton fue más difícil de lo esperado. La presencia del contendiente Bernie Sanders ha sido calificada como una preocupante escisión en las filas demócratas, de parte de un sector de sus afiliados que de alguna manera rechazan el estilo tradicional de hacer política. Esto se puede considerar como una manifestación en territorio estadounidense de una tendencia presente en varios países del mundo, en el sentido de buscar representantes de lo que se puede llamar la antipolítica.

Estados Unidos es una de las pocas democracias sólidas que no ha tenido a una mujer como cabeza del Ejecutivo. En los países latinoamericanos, por ejemplo, varias mujeres han ejercido ese cargo, lo mismo que en Europa y en Asia. Esta particularidad ha sido criticada por analistas y observadores internacionales. Con su llegada a la primera línea de la lucha, se abre la puerta a que por primera vez la Casa Blanca tenga una presidenta, no una primera dama.

Otra característica única de la próxima elección la otorga la presencia de Donald Trump, quien con sus excentricidades, declaraciones abierta e innecesariamente confrontativas y populistas hará que por primera vez muchos de los votantes, incluso los mismos republicanos moderados, no voten a favor de alguien aspirante a la presidencia, sino en contra de quien se le enfrenta.

La victoria electoral demócrata se puede facilitar, de alguna manera, a causa de esta preocupación, que por otra parte se manifiesta de manera más o menos clara en los países aliados u opositores a Estados Unidos. Estos perciben como un riesgo de incalculables consecuencias la posibilidad de una victoria de Trump, sin experiencia y casi seguramente sin la capacidad de comprender las consecuencias de mantener su retórica agresiva, ofensiva, xenófoba, simplista y demás epítetos con los que dentro de ese país ha sido calificada su participación.

Dentro de 105 días se conocerá el resultado de una elección estadounidense que por sus características únicas despertará una mezcla de interés y temor porque los votantes se preocupen al ejercer un voto sin duda democrático pero no por ello exento de tener consecuencias desastrosas para el mundo.

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