Conciencia¿Qué nos pasa?

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A veces me pregunto: ¿qué nos pasa? ¿En qué momento cambió el orden de las cosas? ¿Desde cuándo los valores y principios cedieron a la presión que pueden ejercer los intereses personales, políticos o económicos? ¿Por qué presiento que nuestra sociedad está de cabeza?

Al leer un periódico, al escuchar los editoriales y comentarios en la radio, al hablar con profesionales y amigos, nacionales o extranjeros, la impresión es la misma y la pregunta sigue rondando: ¿qué nos pasa?

Pareciera que las instituciones están de cabeza o simplemente las hemos perdido, cediéndole el paso a oportunismo, el nepotismo, el uso de la fuerza y del poder.

El Ministerio Público es cuestionado por su falta de profesionalismo; el Congreso de la República por impulsar leyes y reformas sin discusión o por alterar su contenido; funcionarios que laboran en el Organismo Ejecutivo, cuestionados por carecer de los requisitos necesarios para ocupar sus puestos o por hacer del presupuesto público su presupuesto privado; se interponen recursos en contra del vicepresidente de la República por supuestos actos de exceso de autoridad; la Corte de Constitucionalidad es cuestionada por falta de objetividad e inobservancia de la Constitución; la Contraloría de Cuentas es señalada por la falta de transparencia en la información que maneja; hasta la MINUGUA es cuestionada por su falta de coherencia. Procesos van y procesos vienen.

Y en ese ir y venir la fuerza de las instituciones se pierde y el país se vacía. Los guatemaltecos sufrimos la falta de protección, la impotencia, la incapacidad de utilizar los mecanismos legales para la defensa de nuestros derechos, la inseguridad. ¿Es esto parte de la herencia que nos habrán de dejar en dos años? ¿Sobre qué valores y principios se educa a la próxima generación de funcionarios públicos y políticos?

Todos los días se publica nueva información sobre plazas fantasma, negocios millonarios con que se estafa a la nación, familiares y amigos de funcionarios públicos en puestos clave, desaparición de información clave en procesos judiciales, contratación de empresas de dudosa capacidad.

A quien critica se le persigue, al que denuncia se le acalla, al que defiende sus principios se le tilda de inepto, al honesto de mediocre.

¿Y las leyes? Sólo son el reflejo del miserable estado de legalidad en el que nos hemos sumido. Aparentemente éstas ya no importan, ni su contenido, ni las sanciones que imponen. ¿Y el orden constitucional? En un país de analfabetos y pobres, con las instituciones aparentemente a los pies de los funcionarios públicos, donde el Estado ya no está al servicio del pueblo, sino a la inversa, la Constitución pasa a formar parte de la historia, lo mismo que el deseado estado de Derecho.

Nuestros valores han sido alterados: es más admirado quien aprende a bailar con la ley que quien la cumple; más el que impone la fuerza que quien sabe dialogar.

Las cosas se obtienen más porque se tiene un amigo en un puesto público clave que por la eficiencia del servidor. Los señalamientos de corrupción son cuestión de todos los días y no hay interés de las autoridades en combatirla.

Se pide transparencia y publicidad de la información, y la respuesta es que el servidor público no tiene por qué ofrecerla.¿Qué valores se están estimulando? ¿Por qué cuesta tanto ver que la función pública es un servicio a la sociedad y no un negocio? ¿Por qué se empeñan en mantenernos en la marginación y no se busca el desarrollo? ¿Por qué no se trabaja por un verdadero estado de Derecho, de respeto a los derechos, de búsqueda de la justicia? ¿En qué valores se educó a los funcionarios públicos y a la clase política que hoy hacen tanto daño?.

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