CONCIENCIALa cosecha

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No creo en aquel viejo dicho según el cual ?todo pueblo tiene el gobierno que se merece?. Pero sí creo en aquel que dice: ?todo lo que siembres lo has de cosechar?.

El primero suena a una trillada excusa ante la incapacidad de un pueblo por informarse y ejercer democráticamente su voto en forma responsable.

El segundo lo vivimos día a día, sea cual sea el ambiente en el que nos desenvolvamos.

Sembrar no es siempre una tarea fácil. Todo depende de la época en la que se realiza, del tipo de tierra en la que se siembra o el tipo de semilla que se utilice.

Cosechar lo sembrado también requiere esfuerzo; todo depende del fruto que se recoge, de la época en la que se hace o de la capacidad que se tenga para hacerlo. Cada vez que se siembra algo se cosecha algo: ya sea un fruto bueno, un fruto malo, un fruto no deseado.

Lo cierto es que todo acto tiene sus consecuencias. Cuando queremos analizar lo que sucede en nuestro país, generalmente empezamos por analizar los frutos, antes de analizar lo que vamos a sembrar.

Nos preguntamos, cada vez con más frecuencia, por qué la violencia no se controla; por qué las instituciones públicas no funcionan como deben; por qué la corrupción parece ser el modus operandi en instituciones del Estado; por qué crece cada día más la pobreza en lugar de reducirla; por qué no se atrae la inversión y se pierden los empleos; por qué la confrontación, etc.

Tal vez la respuesta sea tan simple como estar cosechando lo que un día nosotros u otros, antes de nosotros, sembraron.

Pareciera que no analizamos las consecuencias de nuestros actos y luego adoptamos la posición cómoda, pero egoísta, de la resignación frente a las consecuencias de nuestras decisiones, como si se tratara de una fatalidad que el destino nos tiene preparada de antemano.

¿Por qué tenemos tanta violencia? Basta ver cómo nos comportamos y la forma como nos agredimos; los valores que se inculcan a los hijos en los hogares violentos o destruidos.

¿Por qué campea la corrupción? Nosotros mismos hemos colocado en puestos públicos importantes a personas con una escala de valores muy distinta o variable, nos enorgullecemos de tener un ?conecte? en una oficina pública, capacitamos a nuestros empleados para tratar corruptamente a los corruptos.

¿Por qué tanta pobreza? Tanto gobernantes como gobernados hemos sido poco solidarios con el más necesitado, hemos consentido por décadas que los pobres no tengan la oportunidad de oro de la educación y la salud básica, nos interesan poco la eficiencia y la calidad del gasto público.

No hemos podido, o no hemos querido, madurar luego de nuestras experiencias como nación.

En la medida que los guatemaltecos, como sociedad, nos hacemos indiferentes a las decisiones gubernamentales; a la exclusión de grupos específicos en los campos económico, social y político; a la violación de derecho tan elementales como la vida, la libertad o la propiedad; a la falta de información o la manipulación de la misma; a la inoperancia del sistema judicial, en esa medida estaremos cosechando una y otra vez pobreza, corrupción, violencia, desequilibrio, retroceso. ¡Y luego nos quejamos!

Lógicamente, si mejoramos la semilla que sembramos, la cosecha en el mediano y largo plazo será también mejor. Cambiar implica un largo proceso. Pero los frutos de la prosperidad, la justicia, la honestidad, la humildad, el desarrollo permanente bien valen la pena.

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