CONCIENCIACumplir
?La muerte de todo hombre me disminuye porque yo soy una parte de la humanidad…? dice en su poema John Donne. Más aún cuando dicha muerte pudo prevenirse, como en el caso del lamentable accidente en Huehuetenango. Muchos de estos accidentes podrían evitarse si tanto los dueños de los vehículos como los conductores y las autoridades de tránsito apreciaran la vida, tanto la propia como la ajena, y tuvieran un verdadero interés en cumplir con las normas.
No hay necesidad de esperar a que sea un personaje reconocido en nuestra sociedad el que muera en un accidente de tránsito, para evaluar responsablemente qué se ha hecho para lograr una mayor seguridad en las carreteras y caminos.
Tampoco podemos esperar a que un funcionario público o una autoridad de tránsito se conduzca por calles, avenidas y caminos para constatar el mal estado en que se encuentran y la falta de señalización que caracteriza a nuestras vías de tránsito. Con un accidente que suceda por causas previsibles debería ser suficiente para que todos nos cuestionemos la eficiencia y el respeto que se tiene a nuestra institucionalidad.
Haber regulado que los buses extraurbanos deban contratar un seguro de vida es insuficiente, si a su vez no se impulsan otras medidas y se coordina a las entidades que tienen bajo su responsabilidad brindar el mínimo exigible de seguridad para todo aquél que transita por todo el país.
Muchos accidentes podrían evitarse si se exigiera con todo rigor a cada conductor que su vehículo cuente con todas las luces obligatorias y con las señales de emergencia; que se regulara la importación de vehículos para evitar la internación de aquellos en mal estado y que contaminan el ambiente; que se prohibiera que se maneje en estado de ebriedad o bajo efectos de narcóticos; que se sancionara al que exceda la capacidad de los vehículos para transportar personas o bienes.
También sería útil que se exigiera a los conductores de buses, camiones, trailers y cualquier otro vehículo comercial, a que cumplan con un límite máximo de horas permitidas para conducir y así evitar, en la medida de lo posible, que conduzcan pilotos cansados que de un pestañazo puedan provocar su muerte y la de otros.
Pero de poco sirven estas regulaciones o pensar en otras si no contamos con los medios para exigir su cumplimiento, empezando por los agentes de tránsito.
¿De qué nos sirve agentes de tránsito dentro de su patrulla tomando una siesta, o tomando aguas y cervezas, o lustrándose los zapatos?
Tampoco podemos exigir mucho de ellos cuando se conducen en vehículos en mal estado; o en motocicletas sin contar con el equipo mínimo de seguridad, como un buen casco.
La seguridad en el tránsito también es responsabilidad del Ministerio de Comunicaciones y de las municipalidades que tienen a su cargo la construcción y mantenimiento de las calles y carreteras.
Conducir en vías debidamente señalizadas, bien construidas y con un mantenimiento adecuado y periódico facilita el flujo del tránsito y lo hace más seguro. Sin embargo, si las autoridades no cumplen con la ley y no dan el ejemplo, el respeto se pierde y la autoridad para exigir también.
La muerte de toda persona en accidentes de tránsito que pudieron preverse nos disminuye como país, porque la vida de cada guatemalteco es valiosa. Sólo se requiere ser responsables para cumplir con las tareas asumidas y, sobre todo, para cumplir con los mandatos legales.