ConcienciaCambiando costumbres
Nuestros partidos políticos tienen una vieja y mala costumbre: hacer proselitismo, inscribir candidatos, hacer propaganda, participar en la contienda política y asumir los puestos para los que libremente han sido electos por el pueblo, sin contar con dos herramientas básicas: un plan de gobierno y gente preparada para ocupar los puestos.
Además de muchos otros problemas que afrontan, la falta de preparación profesional para asumir un cargo y la forma improvisada con que se trabaja, han dejado durante muchos años un mal sabor de boca entre los ciudadanos.
A menos de 20 meses para que se convoque nuevamente a elecciones populares, y de acuerdo con el Magistrado Félix Castillo, presidente del Tribunal Supremo Electoral, a la fecha están legalmente inscritos 10 partidos políticos y 15 comités pro partidos.
¿Será de conocimiento público su ideología? ¿Cuántos de nosotros nos hemos interesado por conocer los principios sobre los cuales se funda un determinado partido y que, se supone, son la base de su trabajo?
Si estos partidos participaran en las elecciones generales, ¿tendrían un objetivo concreto por el cual trabajar en los siguientes cuatro años? De acuerdo con el Registro de Ciudadanos, a marzo de este año se contaba con padrón electoral superior a los 4.5 millones de votantes. ¿Cuántos de ellos elegirían a su candidato por la propuesta de gobierno que presente?
De acuerdo con la Ley Electoral y de Partidos Políticos, vigente todavía, entre las obligaciones de los partidos políticos está ?desarrollar sus actividades de proselitismo, formación ideológica … fomentar la educación y formación cívico-democrática de sus afiliados… promover el análisis de los problemas nacionales…? (artículo 22)
¿Cuántos de ellos están cumpliendo a cabalidad estas funciones? Y si no lo hacen, ¿cuál es la razón de que existan? ¿Acaso los partidos políticos sólo tienen su razón de ser el año de campaña electoral? ¿Y el resto del tiempo?
Un cambio en la Ley Electoral, necesaria en algunos aspectos, no es suficiente para pasar de la clase política tradicional a una moderna, dinámica y comprometida.
Quienes participan en los partidos deben modificar la concepción que tienen de los mismos.
Por ejemplo, no debería esperarse a la convocatoria del Tribunal Supremo Electoral para que un partido político cuente desde ya con los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia, y éstos con los posibles integrantes de su gabinete económico y social.
Es más, los partidos deberían tener listo desde mucho antes el llamado gabinete sombra, y por tanto gente preparada para ocupar cada uno de los ministerios, que conozca el trabajo que se haya venido realizando, tenga la capacidad de análisis técnico de los problemas nacionales y, sobre todo, la capacidad propositiva y de ejecución, para que, de llegar a ocupar el cargo público, se dedique desde el primer día a trabajar por el país.
Los partidos que realmente tengan interés de participar en las elecciones populares el año 2003 deberían tener un plan de gobierno, lo que implica, nuevamente, contar con gente capaz para diseñarlo y eventualmente ejecutarlo.
Los ciudadanos tenemos menos de veinte meses para exigir el cambio de tan malas costumbres entre los políticos. Es nuestro derecho.