CATALEJO
Cómplice silencio favorece a Ortega
El dictador Daniel Ortega, neosomocista de primer orden, hasta ahora confiado en el silencio cómplice internacional, ha recibido —por fin— una seria advertencia de la Organización de Estados Americanos, Washington, y de varios países latinoamericanos. Ante el baño de sangre contra los nicaragüenses, muchos también hartos ya de la tiranía de quien alguna vez fue un líder luchador contra Somoza, se han lanzado a las calles desde hace cien días. Están haciendo lo suyo: luchar, poner el pecho y muchas veces ofrendar su vida. Pero están solos, porque en la práctica nadie los está ayudando de forma efectiva. Entre el estruendoso silencio se encuentra también el de algunas entidades de los sectores privados centroamericanos, hasta hace poco halagadores del ortegamurillismo grotesco y sangriento.
Esta actitud pusilánime de muchos otros se convierte en una nueva versión del dicho “el crimen no paga”. Sí paga, desgraciadamente. Y en el caso de Centroamérica, el dictador neosomocista se convierte en una especie de gran maestro de quienes desean la entronización de un régimen representante como pocos de la posibilidad de un retroceso de la historia. El Congreso de Guatemala tiene como cabeza a un inexperto pero muy hábil para afianzarse en la vieja política a la cual representa como pocos. Por eso no ha iniciado ninguna acción en favor del valiente pueblo nicaragüense, ni tampoco las máximas figuras del peor parlamento de la historia de Guatemala, cuya única acción positiva es decidir la salida de los tránsfugas.
Ortega también confía con éxito en otro factor de los centroamericanos, especialmente en Guatemala: la desidia mezclada con ignorancia, a lo cual se agrega el desdén, lamentable pero cierto, con el cual en este país se piensa acerca del resto del istmo. No ha habido ninguna expresión de rechazo de muchos sectores, algunos han sido tardíos y otros hubieran hecho mejor callando. Los menores de 30 años por desgracia no tienen idea de quiénes fueron Somoza o los hermanos Castro, a causa del desinterés por la historia, afianzada por absurdas decisiones como eliminar las materias relacionadas con lo ocurrido en nuestros países. Todo eso, mezclado, se manifiesta en favor de quien a base de chanchullos y de vergonzosas componendas con politicastros está dispuesto a permanecer en el poder de una monarquía matrimonial grotesca y fantasiosa, pero carente de piedad.
Hace muchos años, siendo reportero y cuando Ortega ya había llegado al poder, lo entrevisté. Su mirada, fría y despiadada, me hizo recordar la de Roberto D´Abuisson, el fundador del partido Arena. En ambos casos sentí incomodidad casi llegando a miedo. Los vi como personas para quienes es válido recurrir al asesinato a mansalva del adversario, o de quien ellos consideran enemigo. En este 2018, el envío de maleantes equivalentes a los sanguinarios “Tonton Macoute” de Duvalier, en Haití, me hace comprender algo muy simple: sigue actuando de la misma manera, sin haber avanzado su pensamiento en lo más mínimo. Esto es fundamental de entender para predecir el futuro inmediato del noble y aguerrido pueblo nicaragüense.
Lamentablemente, es pérdida de tiempo exigir a las entidades y a algunos sectores una acción adicional a la tibia exigencia. Lo peor, talvez, es la insistencia de quienes comparten la ideología de Ortega y niegan la “dictaduridad” del ortegamurillismo. No se dan cuenta del resultado de su silencio: justificar a dictaduras de signo ideológico contrario pero rechazan el clamor de los ciudadanos cuando la protesta sale a las calles. Si es válido el asesinato, lo es sin importar quién lo sufre. El territorio centroamericano es muy pequeño, pero su posición geográfica es estratégica: la geografía sigue marcando en mucho a la política. Y el cambio ocurrido hace dos semanas en México no tardará en hacerse presente como factor determinante para el futuro cercano del istmo.