PUNTO DE ENCUENTRO
¿Cómo se llama la obra?
Finalmente, el presidente concretó la decisión que había tomado hace meses atrás: declarar a Iván Velásquez “non grato” y expulsarlo del país. El mandatario puede pontificar y esgrimir la “defensa de los intereses nacionales” como causa de su decisión, pero su motivación principal es de carácter personal.
Desde que se conoció la investigación penal contra su hijo y su hermano por un caso de corrupción, su animadversión contra Thelma Aldana e Iván Velásquez fue in crescendo, alentada por su círculo íntimo —familiar y político—, hasta llegar al punto de romper comunicación y puentes con quienes ahora considera sus enemigos.
La gota que derramó el vaso en la frágil mente del presidente fue la existencia de una investigación por financiamiento electoral ilícito contra tres partidos políticos que participaron en la anterior contienda, incluido FCN, del que era secretario general.
Morales ha de saber que de levantarse el antejuicio aparecerá suficiente documentación que lo comprometa como para haber montado el viaje a Nueva York para pedir la cabeza de Velásquez, cuando era explícito el apoyo del secretario general de la ONU hacia el comisionado, y luego dispararse en el pie realizando la declaratoria de non grato un día después. Cuentan quienes están bien informados que el viaje de regreso del mandatario de Miami a Guatemala se realizó gracias al gentil patrocinio del dueño de un avión privado, muy interesado en que no se perdiera ni un minuto para grabar la declaración.
Creer que Jimmy está solo en este intento es no entender cómo se mueven los hilos del poder y cómo diseñan sus estrategias los señores de lo oscuro. Hasta ahora han sido muy hábiles para alinear en la misma cancha los intereses personales y familiares del presidente, los de un sector del empresariado más conservador y los de la línea dura militar. Y Morales ha cumplido muy bien su papel de primer actor.
Su debilidad política, su carácter volátil y su impronta autoritaria, su escasa comprensión de la realidad y sus deslices, han sido aprovechados al máximo por los titiriteros —los prófugos, los presos y los que recorren los pasillos del Palacio Nacional y la casa presidencial—, que no dudarán en entregar a su marioneta cuando ya no dé para más.
Llevaron al presidente a las Naciones Unidas para quejarse, lo tiraron al vacío con la declaratoria de non grato la mañana del domingo y lo colocaron después en posición de desacato cuando insistió en confirmar una medida que contraviene lo dispuesto por el tribunal constitucional. Crearon un clima como el del año 93, con el autogolpe de Serrano, que les deja en una posición privilegiada para “negociar”, y arreciaron la campaña de desinformación para convencer a la gente que la lucha contra la corrupción se ideologizó y dejó de ser legítima. Colocaron a Morales —y él se dejó colocar— en una posición prácticamente insostenible.
En Guatemala nada sucede por casualidad. El 30 de enero de este año, desde la torre de Tribunales, días después de que el hijo y el hermano del presidente quedaron ligados a proceso, Otto Pérez declaró: “(…) yo esperaría que este segundo año, el presidente asuma verdaderamente las riendas en el control del Ejecutivo y tome las decisiones que corresponden para ir poniendo las cosas en orden y no estar dejando que sigamos teniendo esa injerencia de parte de un embajador o de parte de un comisionado (…)”
¿Entregar a Jimmy a cambio de que se concrete la salida de Iván, es ese el siguiente episodio en este libreto pro impunidad?
@MarielosMonzon