CATALEJO
Comicios, políticos, inmigrantes y votos
Comienzo este comentario con el recordatorio de un aforismo: todo lo hecho, dicho y hasta pensado por los políticos —y obviamente por los politiqueros— tiene el único fin de obtener beneficios: imagen positiva, logro de seguidores, sin importar la veracidad o posibilidad de sus promesas. Cuando hay elecciones cercanas, esto se aumenta. En este momento se deben analizar desde la perspectiva electoral las declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, pero al mismo tiempo lo expresado por los mandatarios Enrique Peña Nieto, de México; Jimmy Morales, de Guatemala, y Juan Orlando Hernández, de Honduras, ante la tragedia humana de las migraciones del istmo con rumbo a buscar el llamado “sueño americano”, cada vez más lejano de la realidad.
Las cercanas elecciones de medio término en Estados Unidos, el martes, pueden afianzar a Donald Trump en base a su estrategia de satanizar a grupos humanos. Primero provenían de México y ahora, de Centroamérica. No ha dudado en enviar tropas a la frontera como parte de su plan para buscar votos luego entre sus seguidores y adversarios, luego de calificar a un grupo de emigrantes hambrientos y solos como amenaza para la seguridad del país. Los aliados estadounidenses y sus adversarios toman nota de esto y con seguridad van a envalentonarse. Se trata de buscar votos por medio del miedo. En este caso actúa como piensa, porque en realidad nunca ha escondido su actitud de xenofobia en un país creado por la mezcla de personas de todo el mundo.
Enrique Peña Nieto ofrece calurosamente apoyo a los migrantes, mientras Luis Manuel López Obrador mantiene un discurso de bienvenida a los migrantes en dos estados, lo cual ha despertado críticas, por tratarse de las áreas más pobres del país. Jimmy Morales se ha presentado como alguien con comprensión a los viajantes, y lo mismo hace su colega hondureño, Juan Orlando Hernández, con la diferencia de echar la culpa de la migración a sus adversarios políticos. En otras palabras, los emigrantes no pueden esperar nada de los políticos, como tampoco quienes eventualmente se les unan en una odisea de la cual no tienen la más remota noción, y mantienen una esperanza causante de males peores e incluso la muerte de muchos, sabedores de la ausencia de alternativas.
Una única fuente de apoyo sincero la han recibido los hondureños de parte del pueblo guatemalteco y de sus regalos de agua, tortillas, de transportarlos en sus camiones. Es una muestra de espíritu fraternal, motivado porque quienes ayudan se saben con posibilidades de lanzarse en esa aventura tan riesgosa. Infortunadamente, ni unos ni otros tienen la menor idea de la terrible experiencia de ganarles a las barreras naturales, como los desiertos, así como de la maldad implícita en la aplicación de leyes con mala intención, sin al mismo tiempo enfrentar el problema ayudando con eficiencia en la verdadera solución, no impuesta, sino consensuada con los expertos en el tema de ambos lados.
No tengo idea de cómo actuará Estados Unidos después de las elecciones del martes. Una victoria afianzará al presidente-candidato, pero un cambio de solo dos escaños en el Congreso provocará alteraciones, y esto no implica aplicar soluciones correctas, sino solo diferentes. Los centroamericanos sorprendieron al mundo con su inmediatez de movimiento, pero poco a poco ese interés se irá desintegrando conforme pase el tiempo. El episodio es uno de los tantos de la historia centroamericana, salpicada de dolor y condenada al olvido porque muy pronto las necesidades inmediatas deberán dar paso a las importantes. No olvido la imagen de un helicóptero militar mexicano volando a escasos metros para agitar las aguas del río Suchiate, donde se encontraban docenas de emigrantes.