Con otra mirada

¿Y la justicia? ¡Por los suelos!

Asentaron en la Constitución su participación sobre la toma de decisiones públicas, y así, abortar futuras aspiraciones igualitarias.

Los encomenderos que quedaron a cargo de la naciente República luego de declarar la Independencia de España en 1821, no tuvieron sangre azul ni fueron descendientes de Rodrigo Díaz de Vivar, como pretenden. El Cid Campeador, líder militar castellano, conquistó Valencia a finales del S. XI, donde estableció un señorío independiente del 18Jun1094 a 1099, cuando murió; su esposa Jimena mantuvo el poder hasta 1102, cuando de nuevo pasó a dominio musulmán. Es decir, un héroe de lo que más tarde llegó a ser España. Sin embargo, aquellos que localmente se quedaron con la tierra y los dineros que antes tributaron a la corona española, actuaron cual remotos herederos suyos, frente al pueblo que no tuvo participación en la lucha por la independencia, pero que enérgicamente demandaron Atanasio Tzul y Lucas Aguilar,  figuras representativas del levantamiento indígena de Totonicapán de 1820, consolidando la fuerza de cinco parcialidades para defender los intereses de San Miguel Totonicapán, eliminando el impuesto eclesiástico y el tributo real.

El más exitoso ejemplo es el sistema judicial. Poder que hace que los delincuentes luzcan como héroes.

La historia nacional negada, ilustra cómo los encomenderos, jugando el papel minoritario de señoritos, supieron mantener sus privilegios de dominio racial ante la mayoritaria población indígena. Para eso fue necesario contar con los mestizos, nueva clase social, pero con similares pretensiones aspiracionales de superioridad racial, sobre la misma mayoría, para entonces invisibilizada, ignorada y marginada. La ecuación tenencia de la tierra+dinero=poder fue reforzada con la Revolución Liberal de 1871, lejana consecuencia de la revolución industrial cuyo influjo se dejó sentir a partir de 1840. Localmente evolucionó el sistema educativo, abrió las puestas del país a ilustres mentores extranjeros y visionarios comerciantes quienes, con buena educación, conocimientos y visión empresarial aplicada al paraíso terrenal que fue, es y sigue siendo nuestro territorio, supieron hacerlo crecer y desarrollarse.

El problema fue que no hubo un plan de Gobierno para que el desarrollo se generalizara, aunque, por cierto, produjo períodos de riqueza físicamente representada por un importante crecimiento urbano y rica arquitectura neoclásica digna de admiración. Aquel sector productivo hizo bien su tarea, cosa que no hicieron los gobernantes, que se sucedieron sin pena ni gloria. Gobiernos que alternaron dictaduras, una tras otra, en las que predominaron los intereses individuales, en tanto los colectivos quedaron, salvando las honrosas excepciones, al margen de la inversión pública.

De ahí la presión del pueblo al dictador Jorge Ubico, quien renunció el 1Jul1944, dejando a cargo, a Federico Ponce Vaides quien convocó a elecciones para el 7Dic, apostando ser electo como había sido su mentor. Ese escenario precipitó la Revolución del 20 de octubre, con su planteamiento capitalista de Nación, igualdad ciudadana y beneficios generales… planteamiento que afectó los intereses de aquellos pocos, acostumbrados al poder, el dinero y la propiedad de la tierra esquilmada a sus originales propietarios.

El resultado, fue la contrarrevolución de 1954 y vuelta al statu quo, solo que esta vez, con una visión más precisa de la necesidad de apoderarse plenamente del Estado. Se agruparon y asentaron en la Constitución su participación, junto a políticos, sobre la toma de decisiones públicas, y así, abortar futuras aspiraciones igualitarias. Han pasado 70 años y vemos, con claridad meridiana, cuan bien lo hicieron. Las instituciones públicas fueron usurpadas y puestas a su servicio. 

El mejor ejemplo es el sistema judicial, ahora por los suelos. Poder que hace que los delincuentes luzcan como héroes, en tanto los ciudadanos honorables, dignos y respetuosos de la ley, son perseguidos, encarcelados, enjuiciados y condenados por delitos inventados, porque osaron criticar al sistema.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.