Catalejo

Una toma de posesión con tirantez irreflexiva

No haber invitado a Felipe VI a México es un error de Claudia Sheinbaum, quien ahora debe desfacerlo quijotescamente.

Claudia Sheinbaum Pardo, de 62 años, tomará mañana posesión de la presidencia de los Estados Unidos Mexicanos, en un hecho sorprendente al ser la primera mujer en ocupar ese cargo, por un período probablemente muy largo de seis años. Los últimos días fueron marcados por una decisión de su antecesor y correligionario Andrés Manuel López Obrador, quien no invitó al rey Felipe VI de España, pero ella sí decidió refrendarla. Eso provoca una tirantez innecesaria ante la esperada reacción de Pedro Sánchez, socialista y por ello afín ideológicamente a los regímenes mexicanos actual y próximo, quien en persona informó de la decisión de no enviar a nadie a la ceremonia. Así, la presidenta comenzará su gobierno con un tropezón diplomático innecesario.

No haber invitado a Felipe VI a México es un error de Claudia Sheinbaum, quien ahora debe desfacerlo quijotescamente.

Su primera tarea será acelerar las negociaciones para terminar con un problema provocado por AMLO a causa de no saber realmente cómo son las relaciones entre Estados. Envió una carta personal al rey Felipe VI en la cual pediría al monarca pedir perdón por las atrocidades provocadas durante tres siglos, desde 1519 hasta 1810. Sin embargo, el monarca no puede responder ese tipo de cartas personales y decidió guardar silencio ante una solicitud imposible, aunque otros países europeos hayan decidido hacerlo. Sería como exigir, aunque sea amablemente, a los vikingos por sus invasiones a Europa, o a Italia por las acciones de los romanos, y a los países árabes actuales por su invasión a España. Son hechos históricos lamentables, producto de su tiempo.

La primera presidenta mexicana desciende de españoles, y ellos son una mezcla de razas amalgamadas por siglos. Las razas se han mezclado y por eso la idea de la raza pura en realidad hace recordar, por ejemplo, a Hitler con la aria, en un país donde muy probablemente debió haber casos de mezcla aria-judía, al haber nacido en el imperio austro húngaro, o a exigirle a los quichés de Guatemala pedir disculpas a los tzutuhiles, mames y pipiles pidieran perdón a los quichés y los cakchiqueles por sus guerras en el siglo XVI. De la unión de los españoles e indígenas salió una nueva raza, como dice Asturias, citando a Unamuno: “la lengua es sangre. Heredamos también, los americanos todos, lo temperamental español. Las virtudes y defectos la raza…”.

En la época actual no hay reyes absolutos, sino dependen de los parlamentos. Políticamente hay diferencias y los políticos aprovechan, pero los pueblos español y mexicano no van a dejar de tenerse aprecio por esto. La pregunta principal es ¿quién empezó el problema? Y la opinión dependerá del nivel de conocimiento de la historia y de la situación de este 2024. En resumen, México invitó a Wulff, una isla del Pacífico, o a Libia, pero también estarán representados China, Rusia y otros países comunistas o socialista, pero no España. Ese hecho histórico no podrá ser cambiado. España no recibió ninguna carta, sino fue el rey, quien sí estuvo presente en la toma de posesión de AMLO. El monarca no responde misivas, sino lo hace por los medios oficiales cuando es oficial.

España y Guatemala han tenido situaciones difíciles: la embajada en tiempo de Lucas y los camaroneros, cuando Ydígoras era presidente. En el primero hubo ruptura de relaciones, ojalá no esta vez. Los verdaderamente serios problemas de Sheinbaum son otros, tanto en la escena nacional como en la internacional. La historia marcará esto como una actitud inexplicable. En lo personal, tengo claro el mensaje de la presidenta: AMLO no será el poder tras el trono, decidirá y tendrá sus propias decisiones, y ciertos yerros. No serán Morena ni su antecesor, quien ya entró a la historia de su país y Sheinbaum debe evitar errores innecesarios para no dar armas a la oposición.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.