FLORESCENCIA
Una reforma migratoria urgente y largamente postergada
Una reforma migratoria cambió mi vida. Sí, tal como lo describo en mi libro autobiográfico Migrante, llegué a los Estados Unidos siguiendo a mi familia, todos huyendo de la guerra que azotaba nuestro país en la década de 1980. “Mojado” —indocumentado—, tuve que enfrentar muchas barreras. Sin embargo, hubo una reforma migratoria que me permitió regularizar mi estatus y posteriormente obtener la ciudadanía estadounidense. Fue impulsada por el presidente Ronald Reagan.
Ese cambio me permitió manifestar mi potencial y, junto con mi familia, desde entonces estamos contribuyendo a la economía estadounidense y también a la de nuestra natal Guatemala. Pero desde hace tres décadas no se ha efectuado otra reforma migratoria, dejando a millones, incluyendo guatemaltecos y centroamericanos, en la sombra de la ilegalidad. Postergar una nueva reforma migratoria en los Estados Unidos ya no es sostenible.
Como migrante guatemalteco, viviendo entre los Estados Unidos y Guatemala, le urjo al gobierno del Dr. Arévalo a poner su granito de maíz para promover tal reforma porque beneficiaría a millones de migrantes guatemaltecos cuyo esfuerzo y sacrificio se ha convertido en un pilar muy importante de nuestra economía. Un buen primer paso sería un TPS (Estatus de Protección Temporal) para migrantes guatemaltecos, que el anterior gobierno, por el berrinche del ahora expresidente, no gestionó.
La importancia de una reforma migratoria en EE. UU. va más allá de la regularización de millones de personas. Es una cuestión que toca las fibras más profundas de lo que significa ser una nación construida sobre los ideales de libertad, oportunidad y justicia. Para los migrantes guatemaltecos y de otras naciones, esta reforma podría significar la oportunidad de contribuir aún más con trabajo, impuestos, empleos y fuerza laboral a la sociedad que han elegido como su hogar.
' Generar permisos temporales daría fuerza laboral regular a EE. UU. e ingresos a familias guatemaltecas sin tener que separarse.
Marcos Andrés Antil
La reunificación familiar es un aspecto fundamental de cualquier reforma migratoria. Muchos migrantes han sido separados de sus seres queridos durante años, debido a las restricciones actuales. Permitirles reunirse con su familia no solo sería un inmenso acto de humanidad, sino también un aporte a la estabilidad y bienestar emocional. Las familias unidas son más propensas a contribuir positivamente a sus comunidades y a la economía.
Una reforma no solo abarca residencias permanentes. Puede generar programas de visas temporales de trabajo. Sectores económicos de EE. UU. como la agricultura, la construcción y los servicios dependen del trabajo de los migrantes. Un programa bien estructurado de permisos de trabajo no solo satisfaría estas necesidades de mano de obra calificada, sino también brindaría oportunidades de mejora económica sin separar a las familias.
Las visas temporales han demostrado su potencial: le garantizan a los trabajadores migrantes un trato justo, un salario competitivo y condiciones laborales dignas. Eso reduciría la migración irregular y rompería los incentivos perversos que hoy solo enriquecen a bandas de trata: negociantes de la necesidad ajena.
Cuando éramos jornaleros en Guatemala, nos mudábamos a pepenar café a las fincas, generábamos ingresos que nos ayudaban a sobrevivir el resto del año. Siempre regresábamos a nuestra querida Jolom Konob, porque nadie se quiere separar de su familia para siempre. Veo algo similar con estas visas temporales: ir a trabajar, ahorrar y luego regresar para estar con la familia. No es complicado.
Una nueva reforma migratoria en EE. UU. sería una revolución pacífica de esperanza, dignidad y la posibilidad de un mejor futuro. Puntualizaría los ideales del país, que a base del talento de migrantes de todas las naciones se ha convertido en el más poderoso del mundo.