Familias en paz

Una paternidad saludable

“Si atas a un muchacho al hombre correcto, será muy raro que vaya por mal camino”.

Franz Kafka fue un escritor judío de lengua alemana, cuyas obras han sido de las más influyentes en la literatura universal. Escribió importantes novelas abordando temas centrales como los conflictos paternofiliales, la ansiedad, la culpa y la brutalidad física y psicológica.


Tuvo una malísima relación con su padre. Sus escritos fueron condicionados por esta relación, que él mismo describe como un vínculo ponzoñoso, una lucha desigual, como dos insectos que se atacan para matar. Durante toda su vida una imagen frecuente lo atormentaba: la de su padre desabrochándose el cinturón para castigarlo. Al crecer se convierte en un muchacho asustado, con sentimientos de culpa, que no entiende el mundo y que debe enfrentarlo con desconcierto y dolor, desarrollando un juicio crítico ante la vida, una intensa capacidad de observación y de examinar todo lo que le rodea, como un mecanismo de defensa.


Nunca pudo enfrentar, entender y reconciliarse con su padre, de manera que mejor le escribe Carta al padre, en la cual busca explicarle el temor que le tenía diciéndole: “Querido padre: No hace mucho me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte, precisamente, por el miedo que te tengo; en parte porque en la explicación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con mediana consistencia. Y si, con esta carta, intento contestar a tu pregunta por escrito, lo haré sin duda de un modo muy incompleto, porque, aun escribiendo, el miedo y sus consecuencias me atenazan al pensar en ti, y porque las dimensiones de la materia exceden con mucho los límites de mi memoria y de mi entendimiento”.


En esta carta se percibe mucho dolor, rencor y reproches guardados. Su padre fue una persona con mucho amor propio, un trabajador infatigable que buscó dar a su familia todas las comodidades materiales, pero que siempre fue duro, distante; encarnó la figura paterna descrita por Freud como alguien frío y ausente a quien Franz miraba como un tirano colérico y corpulento, dispuesto a tratar con dureza a su hijo flaco y débil.

La influencia de un padre en la vida de un hijo es inevitable, para bien o para mal.


Es innegable que la figura paterna tiene un papel poderoso en el desarrollo emocional de sus hijos, principalmente en la formación de su percepción acerca de Dios: con su ejemplo, un padre puede atraerlos o alejarlos de Él. Su presencia en el hogar y su participación activa durante la infancia tiene efectos positivos en los niños: desarrollan un mayor coeficiente intelectual, se reduce la probabilidad de presentar problemas de conducta. Está comprobado que la mayoría de problemas emocionales y relacionales de los niños se debe en gran parte a la ausencia de la figura paterna que le ayude a moldear y guiar sus vidas.


¿Cómo podemos ser buenos padres? Involucrándonos en la vida de nuestros hijos, estando presentes para ellos. Y no se trata solo de presencia física, sino de estar presentes con propósito, con intención, buscando enseñarles y modelarles los principios y valores necesarios para que lleguen a ser personas honorables, de bien. Esto implica un compromiso de parte de los padres de desarrollar nuestra vida espiritual. Esto implica que no solamente hemos de ser reactivos a oportunidades ocasionales de enseñanza, sino proactivos en la crianza de los hijos con instrucción y disciplina.


La influencia de un padre en la vida de un hijo es inevitable, para bien o para mal. Todo depende del tipo de paternidad que estemos ejerciendo. Si no tuviste un buen padre, tienes la oportunidad de cambiar tu historia y la de tus hijos ejerciendo una paternidad saludable. ¡Feliz día del padre!

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