Aleph
Un mundo de trincheras
La incertidumbre es ahora la norma.
Más muros, más guerras, más trincheras, más bombas, más basura, más contaminación ambiental, menos selvas, más edificios, más odio, más misiles, más genocidios, más estupidez. Menos puentes, menos hospitales, menos educación, menos paz, menos cordura, menos ternura, menos inteligencia real y más inteligencia artificial. Más seguridad nacional y menos seguridad humana. De esto estamos siendo testigos.
La incertidumbre es ahora la norma.
El 17 de noviembre recién pasado, luego de las elecciones en Estados Unidos, el presidente de aquel país, Joe Biden, dio el banderazo de salida a una, cada vez más cercana, Tercera Guerra Mundial. Al autorizar a Volodímir Zelensky, actual jefe de Estado de Ucrania, a atacar Rusia con misiles ATACMS, vendidos por Estados Unidos a Ucrania, abrió de par en par las puertas de un posible infierno. Dos días después, Zelensky disparaba seis de estos misiles a Briansk, en Rusia. El impacto fue menor, ya que por su obsolescencia, varios de ellos fueron interceptados.
De vuelta, Rusia respondió con su misil supersónico Oreshnik. Hablemos de las características de un Oreshnik, según un artículo reciente de la BBC (https://www.bbc.com/mundo/articles/ce9g5k10kpxo): “En su declaración, Putin aseguró que el misil estaba equivocado con una “carga útil hipersónica no nuclear” y que sus ojivas “atacaban objetivos a una velocidad de Mach 10, es decir, de 2.5 a 3 km/s”. La ausencia de una ojiva nuclear era evidente, aunque su velocidad hipersónica se ha puesto en duda. En su informe sobre misiles nucleares balísticos, la organización no gubernamental Centro para el Control de Armas y la No Proliferación ofrece una cifra inferior: 3.200 km/h, casi 900 m/s. Es muy difícil interceptar ojivas que viajan a tales velocidades. (…) Vladimir Putin se refirió al Oreshnik como un misil de alcance intermedio. El rango de este tipo de misiles suele oscilar entre 1,000 y 5,500 kilómetros, aunque estas son solo cifras oficiales y el misil puede dispararse a distancias más cortas”.
La incertidumbre es ahora la norma: Biden ha autorizado también las prohibidísimas minas antipersona, Rusia ha activado todos sus satélites y tiene listo su sofisticadísimo arsenal militar, la OTAN parece dispuesta a dar batalla contra Rusia, y una guerra nuclear aparece en el horizonte, si las negociaciones de paz no detienen esta locura. La humanidad camina en la cuerda floja.
En otra parte, el genocidio contra el pueblo palestino sigue y Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, no parece haberse enterado que la Corte Penal Internacional (CPI), dictó órdenes de detención en su contra, así como contra el ex ministro de Defensa, Yoav Gallant. La CPI fue creada para tratar asuntos internacionales graves, como crímenes de guerra y genocidio, y es reconocida por 124 de los 193 Estados miembros de la ONU. Como sucede con varios otros tratados internacionales, Estados Unidos, Israel, Rusia y China, no forman parte de éste. Y cuando veo a los pequeños palestinos temblando, en completo shock, por los efectos de las bombas, lo que termina pareciéndome siempre increíble, es que los señores del poder ya no están pensando en la humanidad, ni la del presente ni la del futuro, sino únicamente en el poder que ostentan y quieren demostrar, y en el pedacito de tierra que quieren conquistar. Es mera sobrevivencia animal. Y aunque somos solo un punto en el universo, de muy corta existencia, además, todo parece seguir siendo una competencia de falos, maquillada de estrategia, en detrimento de la especie humana. Estamos en las manos de orates con demasiado poder. Y solo puedo aferrarme a la esperanza, que es la vida misma ejerciendo su resistencia infinita ante tanta ceguera.