Rincón de Petul
Trump vs. Trump
¿Hay una última esperanza para los demócratas? ¿Que los anticuerpos de Trump lo derroten a sí mismo?
Estamos en julio y las probabilidades de que el Partido Demócrata aún logre armar una campaña sólida, propositiva y que contagie optimismo de cara a las elecciones presidenciales de noviembre se van esfumando conforme pasan las semanas. Desde abril, cuando el presidente Joe Biden anunció su candidatura para la reelección, el panorama no dejó de teñirse de una sombría preocupación alrededor del elefante en el cuarto del que todos empezaron a hablar: sus 81 años, edad avanzada para cualquier tarea, no digamos para iniciar un largo período de cuatro años a cargo de lo que posiblemente es el trabajo más demandante del planeta. Pero esta preocupación se intensificó al máximo esta semana, tras el debate televisado a nivel nacional, donde la opinión pública coincidió unánimemente en calificar la actuación del presidente con etiqueta lamentable para él: una debacle, en imagen pública. Y una sombra gris sobre la expectativa de que esté en capacidades volitivas y físicas para ocupar el cargo que busca.
La contundencia de la preocupación acerca de las capacidades de Biden puso presión sin precedentes sobre la dirigencia del Partido Demócrata, y esta semana se tuvo expectativa del posible anuncio de un “giro en u” al ticket electoral. Uno que analistas coinciden en que solo se podría llegar a darse a partir de una aceptación de Biden sobre su estado, para luego dimitir a la candidatura. Pero lo que hemos visto hasta el momento, al contrario, es a un presidente en actitud contestataria. La columna publicada hoy por Dan Balz en el Washington Post lo resume todo en su título: “Biden confronta a sus críticos con desafío. Ellos lo miran en estado de negación”. Y es que también, colocar a un nuevo candidato en la papeleta a estas alturas es difícil, cuando nunca antes ha logrado un aspirante ganar con tan poco tiempo de estar en la contienda.
Un cambio de candidato a estas alturas sería inédito.
Pero la sombría situación demócrata no significa, necesariamente, que Trump tenga un triunfo garantizado. En otras palabras, los demócratas muy difícilmente ganarán por mérito propio. Pero los republicanos pueden perder la elección por los anticuerpos generados. Trump es un efectivo candidato que logra desviar el debate público a la arena que él desea. Pero la repulsión que levantan sus imprudentes acciones, al borde del filo, cuando bien le va, crean un antivoto muy determinado en quienes dicen que jamás votarían por él. Esto será crucial en la contienda. Una encuesta de CNN, la semana anterior arrojó que un 66% de los votantes de Trump manifestaron estar votando más por él que en contra de Biden. Pero en el caso contrario, solo un 37% de los votantes de Biden manifestaron hacerlo por el presidente, más que un voto en contra de Trump.
Hasta el momento, la campaña demócrata insiste en una misión que parece imposible: defender el estado del presidente. Quizás fortalecer el mensaje de la institucionalidad que está detrás de él y que él representa alejaría los reflectores que apuntan a una comparación entre los dos candidatos. Creo que en el debate se vio claramente quién gana ese pulso. Quizás convendría voltear esa atención hacia lo que sí mantiene divididos a los votantes: los valores, la institucionalidad y la defensa de la sagrada república. Eso que le dio la victoria al presidente en la elección anterior. Pero, hasta el momento, su desafío se mira peligroso. Biden logró escapar de la inquisición de la edad hace cuatro años cuando, de hecho, ya fue el más anciano en asumir la presidencia. Pero en 2024, el inexorable desgaste por el paso de los años es contundente. Un cambio de candidato a estas alturas sería inédito. ¿Hay acaso una última esperanza para los demócratas? ¿Que los propios anticuerpos de Trump lo derroten a sí mismo?