A CONTRALUZ
Torres contra la voluntad ciudadana
Sandra Torres ha estado presente en la vida política del país en los últimos 15 años, pero esa experiencia acumulada no le ha dado la madurez para comprender la voluntad ciudadana. Ahora, en su tercer fracaso como candidata, en lugar de asumir el designio soberano del voto se ha convertido en otro factor de desestabilización contra el presidente electo, Bernardo Arévalo, y los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Desde su irrupción política, Torres ha sido una generadora de tensión, como ocurrió durante el gobierno de su entonces esposo Álvaro Colom, cuando tomó las riendas de esa administración con mano de hierro y buscó hacerse imagen desde la Secretaría de Cohesión Social. La ambición política la llevó a divorciarse de Colom para participar como presidenciable en 2011, pero recibió su primer revés. La Corte de Constitucionalidad falló en su contra por considerar que el divorcio era un fraude de ley para burlar la prohibición constitucional que pesaba sobre ella por haber sido esposa del mandatario.
' El Pacto de corruptos estaría utilizando a la UNE, con la venia de Torres, para crear más crisis política.
Haroldo Shetemul
Contra su voluntad, Torres ha sido responsable de llevar al poder a tres presidentes: Jimmy Morales, en el 2015; Alejandro Giammattei, en el 2019; y Bernardo Arévalo, este año. En los tres casos ha demostrado tener un fuerte voto cautivo en el área rural, pero insuficiente para derrotar el antivoto que arrastra. Tampoco le han favorecido sus vaivenes políticos. En esta última elección cambió de las posiciones socialdemócratas, ella aún es vicepresidenta de la Internacional Socialista, al conservadurismo más radical. La Sandra Torres progresista pasó a llevar como vicepresidenciable a un pastor evangélico, a somatarse el pecho y despotricar contra el aborto y las minorías sexuales. Esa fórmula la acercó a la estrategia de Zury Ríos, quien fracasó estrepitosamente en el 6º. lugar de la primera vuelta. También Torres se estrelló ante un electorado harto de la partidocracia corrupta.
Torres se ha cerrado en negar el apabullante resultado de la segunda vuelta electoral: 60.91% a favor de Arévalo y 39.09% para ella. El rechazo a ese resultado no es contra el ahora presidente electo, sino contra la voluntad ciudadana, es contra el pueblo que votó. En lugar de facilitar la transición democrática, Torres trata de aprovecharse de la crisis y se ha convertido en otro factor de desestabilización. En su alegato asegura que hubo fraude electoral en las dos vueltas electorales, lo cual es un contrasentido porque entonces en la primera vuelta ella debería ser la responsable de la supuesta manipulación porque se situó en el primer lugar. También se va contra los magistrados del TSE, a quienes acusa de abuso de autoridad, incumplimiento de deberes y de tejer una absurda alianza con el partido Semilla. Ni siquiera en esto es original. Lo que ha hecho Torres es subirse al carro del golpe de Estado técnico que ejecuta Giammattei por medio del Ministerio Público.
La UNE nunca ha sido un partido granítico porque en su seno convergen varias corrientes de opinión. Aunque Torres puso el pie en el acelerador para acercarlo a posiciones ultraconservadoras, eso no ha sido del agrado del sector socialdemócrata que aún pervive en ese partido. Torres genera anticuerpos en su misma agrupación y algunos creen que la actual estrategia de choque podría ser contraproducente para la UNE. Dentro del partido se cree que, debido a los compromisos que Torres tiene con sus financistas, este plan le habría sido impuesto por Giammattei para desestabilizar al próximo gobierno. Varios diputados de la UNE que llegan por primera vez al Congreso no se sienten cómodos con esta situación porque no quieren ser asociados con el Pacto de corruptos y al parecer ya se lo habrían hecho saber a la excandidata. Así, Torres pareciera estar decidida a terminar con lo poco de credibilidad que le queda a su partido.