Registro akásico

Tomografía de negocios calamitosos

La busca insaciable de ganancia tiene límite cuando las personas honradas no se dejan engañar.

¿Acaso la desdicha da pie a obtener ganancias? ¿Cuáles son los límites de quien cobra por apoyar en una desgracia? Se habla mal de la medicina privada dedicada a obtener ganancias ante la insuficiencia del sistema estatal. Se acude a la espera de encontrar algún refreno al afán de lucro. Quién llega necesitado de ayuda, fácilmente sucumbe a las instrucciones indignas del juramento hipocrático. Ante un enfermo terminal, la oferta de un tratamiento gravoso sirve para conmover a la parentela deseosa de quitar cualquier culpa. Al final, se acepta un sacrificio económico, donde un facultativo abusivo se enriquece sobre el mal de los pacientes y la desesperación de los familiares.

La busca insaciable de ganancia tiene límite cuando las personas honradas no se dejan engañar.

A los abogados se les regatean los honorarios. Una vez indicada la vía para la defensa parece fácil la oposición y no se advierte el conocimiento jurídico previo. Cuando se cobra, se consigue mala fama para esa profesión. En farmacia, al no existir muchos laboratorios en el país, se acepta la exacción justificada por la investigación clínica realizada en países con una amplia planta científica. Muchas veces es el mismo principio activo con un aditivo inocuo. Las medicinas son la expresión del monopolio científico mundial de la industria farmacéutica, basada en patentes y autorizaciones tramposas, en algunos casos, avalados por autoridades sanitarias locales.

En nuestro país, la calamidad siempre conlleva la mendicidad en el extranjero. La solidaridad internacional responde, pero desea soluciones. Hace algunos años, solicitaba se fundaran instituciones dedicadas a reducir las consecuencias dañinas del desastre. La resiliencia, la previsión y la mitigación era demandada. Se fundó un sistema de preparación, alerta y coordinación. Pero, la falta de planeación y previsión de los asentamientos humanos, sigue provocando pérdidas. La mala calidad de la obra pública, donde se paga no solo el costo y los pagos de ingeniería, sino también hay desembolsos adicionales a los ministros en tamaletas, transferencias escondidas y pagos en negro. Una parte por lo burdo se descubre; la otra parte, se hace patente con el tiempo, en la mala calidad de las obras.

A todo ello se ha agregado un incentivo perverso. Los países regalones, también llamados donadores, promovieron la formación de un seguro cuando se produzca un hecho generador de apoyo. Se trata de una póliza conocida como Mecanismo de seguros contra riesgos catastróficos del Caribe (CCRIF), del Banco Mundial. El año pasado, en mayo, se pagaron US$800 mil para cubrir desastres. Si estos ocurren, se reciben US$7.16 millones. Ya se tuvo una mala experiencia porque, en el año 2022, a pesar de los estragos por las lluvias, no se recibió nada por falta de cobertura. Para este año se amplió. De esa cuenta, un pequeño deslave a la orilla de una carretera puede ampliarse a cientos de metros para el negocio del relleno y renovación. ¿Acaso se paga algo a quienes pierden la casa a la orilla de los ríos desbordados en San Miguel Petapa, Villa Nueva y otros municipios? El financiamiento es para los contratistas de obra pública. Sin pedido, gratuitamente, la maquinaria llega a destruir la carretera y dejar la obra a la mitad para negociar su culminación. Mientras tanto, se encarecen los productos de primera necesidad y hay peligro de desabastecimiento. Para el reparador significa mayor negocio, pues la factura es más elevada. Se debe preguntar quién emite la orden de justificar emergencias y cortar vías de comunicación. Mientras tanto, la nueva primavera parece que pasó hacia estados de calamidad, con ampliación presupuestaria.

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.