La buena noticia
Tarda mucho. ¿Cuándo vendrá? Adviento y esperanza
La finalidad del Adviento es fortalecer la esperanza activa en Jesucristo.
Como es sabido, el Adviento celebra tanto la primera venida de Cristo, hace 2024 años, y prepara su segunda venida en momento desconocido: una fue la venida en humildad, la segunda será “en Gloria”. Y, sin embargo, el tiempo transcurrido de 21 siglos ya llevaba a san Agustín —apenas en el siglo IV— a declarar: “Novissima hora diuturna est, tamen novissima”: “La última hora —el tiempo de la espera— ya tardó mucho, pero es la última hora” (Comentarios a la I Carta de San Juan). En la Buena Noticia de mañana, Jesús afirma el acontecer de cosas terribles de un final cercano, pero son 21 siglos de dichas afirmaciones, de lo cual se comenta: 1) O era una profecía abierta para estar preparados siempre y no para “cierto momento”, pues siempre ocurren cosas, 2) O bien, como lo hace en Mateo 24, 4: “No pasará esta generación antes que de esto suceda” indica que cada generación es “esta generación” llamada a la vigilancia sobre sí misma.
La finalidad del Adviento es fortalecer la esperanza activa en Jesucristo.
La finalidad del Adviento, más allá de un camino festivo de convites, consumo y demás posibles excesos hacia la Navidad, es fortalecer la esperanza activa en Jesucristo que “vino y sigue viniendo” en la Historia de cada día, presentándose en lo que sucede al prójimo al punto que no ha llegado pero ya está aquí en el reclamo: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y viniste a verme, fui migrante y me acogiste” (cf. Mateo 40, 25ss). Es la venida “constante y demandante” de la mejor actitud: una esperanza que mueve hacia la Caridad. En la convocatoria al Jubileo “Peregrinos en la Esperanza 2025” que se iniciará precisamente en la Noche del 24 de diciembre, papa Francisco indica la “esperanza que no defrauda” (Romanos 5, 5): a) Ante un mundo que “ya no espera” pues ni la Iglesia o grupos cristianos mencionan mucho “los novísimos” (la vida futura), sino que parece asentarse en los logros de una vida actual donde “hay de todo un poco, pero nada de mucho”. Jesús advierte: “que los vicios, el libertinaje, la embriaguez y preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los tome desprevenidos”. No indica la observancia temerosa de catástrofes naturales que con el cambio climático ya parecen aseguradas, sino en el rumbo de la conciencia: esa voz divina interna que es acallada con el “aquí y ahora” que propone alguna bancaria: “La vida es ahora”, 2) Jesús enfatiza un momento deseado: “Se acerca su liberación”, la cual no alude al destronamiento de Herodes o derrocamiento de Pilatos, sino al abrirse del horizonte humano a una libertad nueva y auténtica: la que se encuentra ofuscada hoy por “la absolutización de los falsos derechos humanos”, de autoengaño de suficiencia “sin Dios” de los logros de este mundo.
En la “esperanza que no defrauda” —que no un sentimiento sino la persona de Cristo, según 1 Timoteo, 1, 1—, papa Francisco invitará ya en el Jubileo a actitudes clave: 1) Dar esperanza a los desposeídos, descartados, anulados del horizonte utilitarista de la economía, a víctimas de guerras en aumento, 2) Llevar esperanza a quienes parecen encontrarla en la “diversión” y no en la educación de la mente, de espíritu, de toda la persona, 3) No olvidar que sí es posible adormecerse fatalmente al volante de la vida en el encanto del momento que pasa y solo produce insatisfacción y hasta remordimiento.: “Somos solo peregrinos hacia una patria definitiva” (papa Francisco). Que las muchas causas de desencanto social, familiar, personal, inicien en este Adviento un “levantar la cabeza” tan agachada y en depresión porque las metas intramundanas, nada trascendentes, no se logran. Sí, el Señor dice: “Vengo pronto” (Apocalipsis 22, 12). Que María, Madre de la Esperanza que no defrauda, camine con todos en este Adviento hacia su Hijo en una esperanza activa a favor de la paz, la justicia y el amor a la Verdad.