Mirador
Sperisen y la “justicia” suiza
Suiza es el país que ha enjuiciado cuatro veces al exdirector de la PNC Edwin Sperisen, lo que llama poderosamente la atención al profundizar en el caso.
Suiza es la cuna de la Cruz Roja Internacional, fundada para paliar los horrores de la guerra, especialmente con los heridos, y promotora de los Convenios de Ginebra, que regulan el Derecho Internacional Humanitario. El país europeo es conocido por su neutralidad en los conflictos bélicos y es referente internacional de pacifismo, orden, justicia y derechos humanos.
El caso Sperisen evidencia la realidad de una justicia politizada por grupos de poder en forma de oenegés y la cantidad de influencias que mueven.
Sin embargo, también Suiza es el país que ha enjuiciado cuatro veces al exdirector de la PNC Edwin Sperisen ―por hechos cometidos en Guatemala―, lo que llama poderosamente la atención al profundizar en el caso. En el primero de los juicios fue condenado a cadena perpetua ―como autor directo―, sentencia anulada posteriormente por el Tribunal Federal. En el segundo, se le condenó a prisión de por vida por la corte de apelación, y fue nuevamente anulado por el Tribunal Federal. En el tercero, sentenciado a 15 años ―aunque no se le declaró siquiera coautor―, también se anuló la resolución judicial por falta de imparcialidad de la presidenta del tribunal de justicia de Ginebra, a raíz de la sentencia emitida por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que considero “que el demandante podía temer razonablemente que el juez tuviera una idea preconcebida sobre su culpabilidad”. La cuarta vista inició el pasado 2 del presente mes y en pocos días fue condenado a 14 años, sin testimonios nuevos y con participación de jueces contaminados en procesos anteriores. La sentencia parece ser una “solución salomónica” para evitar, seguramente, el pago de la indemnización solicitada por el afectado al gobierno, y que no tenga que volver a prisión. Las sentencias fueron publicitadas en su momento como un éxito de Cicig, aunque posteriormente ―después de las correspondientes anulaciones― tuvieron escasa difusión mediática, a pesar de ser catalogadas por medios internacionales como una vergüenza judicial. No es para menos: mismo error en tres ocasiones, y eso sucedía en Suiza, “paraíso de los derechos humanos y paladín de la justicia”.
Detrás de todo este embrollo, una oenegé ―TRIAL International― y algunos de sus socios, integrantes o simpatizantes: fiscales y jueces que, directa o indirectamente, construyen su “prestigio” internacional por medio del ofrecimiento de logros judiciales en los países en que actúan, y así consiguen financiamiento. Nada nuevo ni diferente para quienes, desde hace tiempo, analizamos el funcionamiento de mercenarios internacionales que lucran y se afaman consiguiendo condenas en sus respectivos países, sin importar realmente la justicia ¿Recuerda el juicio por genocidio aquí? Pues, eso.
Y aunque se encargaron de difundir suficientes prejuicios sobre el caso, e independientemente de que considere al imputado culpable o inocente, es inconcebible que un país “altamente desarrollado” se “equivoque” en tres ocasiones al impartir justicia, lo que ha evidenciado el tribunal europeo; la cuarta parece ser más de lo mismo, y en unos meses veremos el resultado. Además ―y esto agrega mucho―, han mantenido en prisión a una persona por años, consumiendo vida, espíritu y entorno. ¿Es eso lo que se esperaría de Suiza? El contraste lo ponen las absoluciones de quienes, al igual que él, fueron acusados en Austria y España, dos países en los que no se puede decir que la justicia no cuenta con suficiente grado de credibilidad.
El caso Sperisen evidencia la realidad de una justicia politizada por grupos de poder en forma de oenegés, y la cantidad de influencias que mueven, además del dinero que facturan. Cuestionamos mucho a los políticos, y con toda razón, pero cada vez hay más certeza de que el poder judicial padece la misma miseria de la corrupción que los otros dos, eso sí con un barniz legal que lo disimula.