La buena noticia
Sistema de Justicia en crisis
“Que se logre la efectiva independencia del sistema de justicia”. (Obispos
de Guatemala)
El panorama social y político del país sigue sombrío, sobre todo cuando vemos un sistema de justicia capturado por el crimen, las redes de corrupción e impunidad y la mediocridad de quienes ocupan las altas Cortes. Algunos magistrados, jueces y fiscales son los principales responsables del colapso del sistema de justicia, pues lo convirtieron en gusanera, al proteger a corruptos y criminales, y utilizar el Derecho Penal para perseguir, criminalizar y torturar a operadores de justicia que destacaron por su compromiso en la limpia de la podredumbre en que cayó la justicia. Los obispos guatemaltecos, en su comunicado del pasado 15 de agosto, dijeron al país que seguían “con interés y atención” el proceso de relevo en la Corte Suprema de Justicia y salas de Apelaciones. Y con razón, porque es la oportunidad para empezar a revertir el rumbo nefasto que lleva el sistema de justicia en manos de un “club pro-impunidad” y de mentalidad perversa. El “interés” nace del deseo de construir la paz como “fruto de la justicia”. Una justicia pronta e independiente, reparadora y eficaz.
El cambio de Cortes está siendo una tarea difícil, pero no imposible. Si hay voluntad política y serio compromiso con el país, se puede lograr, pero es necesario no quedar atascados en “maniobras o subterfugios jurídicos”, para obstruir ese cambio urgente. Hay políticos, abogados, empresarios, fiscales, jueces y magistrados interesados en mantener este régimen perverso de impunidad. Con esas “maniobras” violan la Constitución, como ya hicieron con las Cortes de facto que tuvimos, que fueron acordadas en un hotel entre Baldetti, Baldizón y Sinibaldi. Actuando así, alteran “la paz social”.
Es reprochable “la actuación maliciosa de algunos comisionados interesados en problematizar el trabajo de las comisiones”, señalando, en primer lugar, a los “magistrados de la actual CSJ”, también “a los representantes del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala”. Denunciaron los obispos que estaban “alineados con grupos de poder y redes de corrupción e impunidad”. Para desgracia del país, algunos de ellos se están postulando. Deben ser vetados en aras de la justicia, la ética y la transparencia.
Cambio de Cortes de Justicia para “que en la Nación prevalezca la paz y armonía entre la población”
Nos preguntamos, ¿cómo es posible que en los más importantes organismos de la administración de la justicia lleguen individuos que sirven de alfombra a los corruptos, al crimen y a la impunidad? Definitivamente no son idóneos, honorables ni capaces. Si no tienen la determinación de servir a la justicia y al pueblo guatemalteco, que abandonen sus cargos o sean desalojados de los mismos. Algunos se congregaron en el “Desayuno Nacional de Oración”.
Incluso hubo un comisionado representante del Colegio de Abogados, que propuso la descabellada idea, según los obispos, de “regular” a la prensa”. Esto significa ponerles “mordaza” a los periodistas y a los distintos medios de comunicación, “en una clara violación a los derechos humanos”, como “las libertades de expresión, pensamiento, información y prensa”. Los obispos advierten de “las consecuencias negativas y de los daños irreparables” que pueden desencadenar estos “actos irresponsables”: “Interferencia en la división e independencia de poderes, debilitamiento de la institucionalidad democrática, contravención del Estado de Derecho, vulneración de la democracia”, abriendo camino a dictaduras y autoritarismos; finalmente, provocando la “movilización social de la población”. Con toda razón, el pueblo debería salir a las calles, plazas y caminos, como ya lo hicieron los pueblos indígenas y sus autoridades ancestrales, para defender “la democracia, el sistema de justicia y la independencia judicial”.
Los obispos y la ciudadanía exigen que en el plazo fijado por la ley entreguen “al Congreso Nacional los listados correspondientes con los nombres de los profesionales mejor calificados”. Aunque debemos lamentar que los requisitos exigidos favorecen la mediocridad, la ausencia de ética y que sigan los mismos.