Aleph
Siete años y la justicia no llega
Que nuestras voces y acciones contribuyan a darle libertad a las sobrevivientes de aquel fuego y de todos los fuegos.
Sucedió el 8 de marzo de 2017, hace siete años. Las 56 niñas y adolescentes fueron colocadas en un aula de 7 x 6.8 metros donde no había ni siquiera un baño. Los niños y adolescentes hombres, en un auditorio. Aproximadamente a las 7:00 am de aquel 8 de marzo, después del desayuno que comieron entre orines que corrían debajo de la puerta, ellas pidieron salir al baño, bañarse, cubrirse por el frío. La tensión crecía entre ellas y quienes estaban afuera. Entonces, supuestamente una niña encendió una colchoneta con el fin de que les abrieran la puerta. Nadie la abrió. Nadie. Nueve minutos y muchos gritos de auxilio después, 41 estaban muertas. 15 sobrevivieron. Los bomberos solo pudieron entrar 40 minutos después.
No podemos dejar en el olvido un fuego que sigue ardiendo en la memoria y los imaginarios de nuestra sociedad.
Un día antes, el 7 de marzo, un grupo de adolescentes mujeres y hombres habían intentado abandonar el albergue de protección del Estado llamado “Hogar Seguro Virgen de la Asunción”. Comenzaron por subirse a los techos, a gritar, a protestar por una infinidad de motivos que se habían hecho públicos muchas veces antes, entre los cuales se han evidenciado torturas y violaciones constantes. Esa tarde, el grupo abandonó (con ayuda del personal que entonces sí les abrió la puerta) las instalaciones donde, supuestamente, estaban todas y todos resguardados. Horas después, con el apoyo de la Policía Nacional Civil, varios fueron devueltos al Hogar Virgen de la Asunción. Fue entonces cuando las pusieron a ellas en el aula y a ellos en el auditorio. Dejo, para no olvidar este parteaguas en la historia de la niñez y la adolescencia de Guatemala, el artículo escrito entonces por Carlos Sebastián, nutrido con información de los hechos sucedidos aquel 8 de marzo y de los testimonios de los mismos representantes de las instancias públicas involucradas (https://nomada.gt/las-mentiras-sobre-el-8-de-marzo-y-la-orden-de-jimmy-que-cambio-todo/).
Luego de ese crimen de Estado, surge la Declaración del Alto Comisionado de Naciones Unidas, Zeid Ra’ad Al Husein, quien dijo estar profundamente conmovido por el horrible incendio en que murieron 41 niñas y varias más resultaron heridas… “una de las madres me dijo que no había recibido respuesta, ni siquiera una llamada telefónica de las autoridades, solo un ataúd para enterrar a su hija de 14 años”. Y en esa misma línea señaló que “el aparente abandono de las víctimas del ‘Hogar Seguro’ y sus familias por parte del Estado y la falta de apoyo psicológico, económico y legal para ellas son profundamente preocupantes”.
Fueron preocupantes entonces y siguen preocupando hoy, porque queremos ser un país seguro y digno para las niñas y adolescentes. Y porque hoy, sin justicia alguna y con mucha oscuridad alrededor del caso, no podemos dejar en el olvido un fuego que sigue ardiendo en la memoria y los imaginarios de nuestra sociedad. El Estado guatemalteco tiene una deuda histórica con toda su niñez y adolescencia, pero especialmente con las niñas y adolescentes y, en particular, con las víctimas de este crimen de Estado. A toda la niñez y adolescencia le debe dignidad, desarrollo, protección y seguridad, pero a las familias de las víctimas y a las sobrevivientes les debe, además y sobre todo, reparación y justicia.
Otro 8 de marzo sin una sentencia condenatoria para los responsables del incendio en un hogar del Estado, durante el gobierno de Jimmy Morales. A las familias de las víctimas y a las sobrevivientes las criminalizaron, olvidaron o usaron los últimos dos gobiernos. Como si nacer y vivir en Guatemala fuera un regalo de la vida y no un acto de heroísmo cotidiano para millones de familias que, por generaciones, han vivido sin educación, en pobreza, sin justicia, sin vivienda, sin salud y expuestas a innumerables violencias.
“No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, quiero sentirme libre”, dice una de las consignas del 8 de marzo. Que así sea para todas las niñas y adolescentes de Guatemala, y que nuestras voces y acciones contribuyan a darle libertad a las sobrevivientes de aquel fuego y de todos los fuegos, así como a las familias de las que ya no están entre nosotras. Que la justicia y la verdad hablen.