Nota bene
Seinfeld
La cultura politizada y la comedia
El 14 de mayo de 1998, 76.3 millones de personas sintonizaron el último episodio de la serie de televisión Seinfeld. Es un récord histórico. ¿Cómo podemos explicar a los jóvenes, navegantes cibernéticos y tictoqueros, el impacto que aquel divertido programa tuvo sobre nuestra generación? Hace 26 años, en esta fecha otros canales suspendieron su programación para no competir con el anticipado adiós. El programa se proyectó en la gran pantalla en Time Square. Miles de personas hicieron fiestas en distintos lugares emblemáticos, incluyendo el restaurante de Tom, donde se filmaron muchas de las conversaciones entre los protagonistas.
Influyó en generaciones pasadas.
El entusiasmo por Jerry Seinfeld y sus amigos duró nueve años, pues NBC lanzó la serie al aire en 1989. La vida del comediante sirvió de inspiración para los 180 episodios sobre la convivencia entre cuatro amigos en un vecindario de Nueva York. Los protagonistas eran excéntricos y bastante faltos de ética. Enfrentaban situaciones con las que podíamos empatizar: se perdían en un parqueo, compraban cigarros cubanos ilegales y gustaban de ser altruistas cuando otros los estaban viendo. Se dice que Seinfeld trata de nada en particular o, alternativamente, enseña el nihilismo, que la vida es nada. Pero Jerry y el productor Larry David (Curb your enthusiasm) pretendían narrar cómo los comediantes encuentran ideas en la vida ordinaria para sus rutinas de comedia. La serie recibió numerosos premios. A mí me gusta el sitio creado por profesores de economía, The economics of Seinfeld, que recomienda varios episodios para enseñar conceptos como la escasez, la competencia y las externalidades. El año pasado, Netflix compró la serie por US$500 millones, con lo cual seguirá entreteniendo a los televidentes.
Seinfeld decidió poner fin a su exitoso programa porque quería enfocarse en su vida personal y tener una familia. Al año siguiente se casó con Jessica Sklar, con quien tuvo tres hijos. Desde entonces ha escrito un par de libros y ha desarrollado varios proyectos cinematográficos.
El domingo 12 de mayo, Seinfeld acaparó los titulares nuevamente. La Universidad de Duke le concedió un doctorado honoris causa, y algunos graduandos simpatizantes de Hamás lo abuchearon y le dieron la espalda. Gritaban “Palestina libre”. Quien tan hábilmente evitó hacer comentarios políticos por décadas, hoy siente necesidad de salir a defender al Estado de Israel públicamente: Seinfeld es judío. Viajó a Israel en diciembre, para reunirse con los rehenes que recién habían sido liberados.
A pesar de la hostilidad que le manifestaron los estudiantes, Seinfeld perseveró en su discurso con aplomo. El odio y el resentimiento que exhiben los rebeldes les impidió aprovechar la sabiduría que, entre bromas, Seinfeld compartió. Como consecuencia de su radicalización, los universitarios se cierran frente a lo que puede aportar el otro.
Interpreto las palabras de Seinfeld como una invitación a aprender en todo momento. Debemos esforzarnos por encontrarle el lado bueno y amable a la vida, y hacer frente sin titubeos a lo difícil. “El esfuerzo siempre rinde valor positivo, aún cuando fracasas en alcanzar el resultado deseado”, afirmó Seinfeld. Solemos aconsejar a los jóvenes que “busquen su pasión”, pero Seinfeld intuye que ello puede inducir una temerosa parálisis, y hacerlos infelices. La felicidad emerge al cultivar una actitud curiosa, aterrizada y responsable, sin victimizarnos o sentirnos con derechos especiales. Parece que, a pesar de su éxito, Seinfeld ha sabido retener su sencillez y humanidad.