MIRAMUNDO
Sectarismo, libertad y democracia
Rodrigo Borja, uno de los más grandes teóricos de la ciencia política y del Derecho Constitucional latinoamericano, en su Enciclopedia de la Política nos señala: “Por extensión y analogía, se llama sectarismo en la vida política a la actitud intransigente y fanática de quienes se creen poseedores de la “verdad revelada”, y “sectarios a los secuaces intolerantes de una idea o partido”.
Este concepto resulta útil para entender el clima político guatemalteco, en donde distintos partidos políticos de forma constante, con el objeto de fundamentar sus discursos —bastante mediocres y vacíos, por cierto— recurren a invocaciones Divinas, para así engañar, persuadir y conseguir adeptos.
Si una idea política, cualquiera que esta sea, se presenta como revelada por Dios y encima de todo pastores se lanzan a la arena política partidista con el objeto de brindar apoyos financieros y de gente bien adoctrinada, la cuestión se vuelve fácil, porque al fin y al cabo una elección se gana con votos y en nuestro país la responsabilidad política no existe, consiguiendo con ello elegir un dictadorzuelo cada cuatrienio.
Las sectas, son grupos de fanáticos en donde no existe ninguna discusión o debate sano, sino pululan solo para procurar su verdad, revelada como la única y bendecida, por ello a diferencia de los verdaderos mensajes teológicos de las principales iglesias, no construyen sobre la libertad de sus súbditos, sino sobre una obediencia cuasi militar de quien en un momento determinado encarna el mensaje.
Se estudia mucho cómo las actitudes sectarias sustituyen la libertad individual y la historia recoge cómo esta intolerancia produce guerras y pérdidas de millones de vidas y bienes. En Guatemala, escuchamos mensajes de algunos políticos que más parecen sermones de púlpito en donde se repiten ciertos mensajes claves, con el único objeto de sembrar alguna idea poco debatible y bastante digerible, para lograr aplausos de ocasión y obedientes sufragantes.
' Las sectas son grupos de fanáticos en donde no existe ninguna discusión o debate sano, sino pululan solo para procurar su verdad.
Alejandro Balsells Conde
Al existir una competencia de sectas, fácilmente conseguimos aterrizar en un ambiente en donde no pueden existir debates sobre derechos, porque nada menos los mensajes son revelados desde las Alturas y así el pluralismo político constituye una amenaza, porque abogar por derechos no reconocidos o luchar por verdaderos cambios constituye una intimidación al paraíso construido “por los guatemaltecos de bien”, importando muy poco nuestros índices de desarrollo social.
Un régimen democrático es viable solo si existe, se garantiza y habilita el pluralismo político y para ello asegurar la verdadera libertad de debate en torno a los programas planteados desde las perspectivas de las distintas ideologías es fundamental y clave para todas las instituciones del Estado, de la Academia y de la sociedad civil en su conjunto.
En Guatemala, desde posiciones de poder se siembran discursos sectarios, es decir, intolerantes y se amenaza con toda impunidad al pensamiento político ajeno, se pretende de forma constante callar voces disonantes y así logran que las instituciones diseñadas para el legítimo control del poder barnicen decisiones y acciones antidemocráticas.
El 2023 es un año electoral y las elecciones deberían ser una fiesta cívica; sin embargo, con lo poco visto la intolerancia hacia la idea ajena y la impunidad desde posiciones de poder para conseguir, por medio de la “verdad revelada”, apoyos “populares” será nuestro pan diario.
Veremos, por desgracia nuestra, a varios candidatos dar mensajes desde posiciones Divinas en donde la condena al pensamiento ajeno por pecador y blasfemo será un arma recurrente para atolondrar apenados corazones que lloran la miseria de un país en donde la mejor forma de conseguir un futuro es migrar hacia el Norte y lo peor es que al pretender destruir el precario pluralismo político lo único por conseguir es más violencia y exclusión.