Civitas
¡Se buscan rebeldes!
Las consecuencias de que no exista esta rebeldía son enormes, especialmente en Guatemala.
La nueva rebeldía consiste en defender la libertad y promover el sentido común. Aunque parezca paradójico, hemos llegado a un punto en el que las corrientes predominantes, en lo político y lo cultural, han intentado redefinir lo que es ético, el gobierno e incluso las tradiciones. Por eso ser rebelde hoy significa atreverse a defender lo que debe permanecer: la libertad. Y, afortunadamente, eso también conlleva defender y promover el respeto a la ley y a los valores tradicionales que han permitido que se construyan sociedades prósperas. En Guatemala, esa rebeldía, más que necesaria, es urgente.
Estoy hablando de rebelarse a las malas prácticas, y a los que buscan imponerse bajo falsas promesas. La realidad es que la amenaza más grande para el país es que se perpetúe el sistema bajo el cual las instituciones públicas son degradadas para privilegios particulares. Como lo he mencionado en repetidas ocasiones, esto incluye a quienes saquean los recursos del Estado y a quienes quieren utilizarlo para hacer realidad sus aspiraciones de poder sin límites. Ya sea bajo pretensiones ideológicas o puros intereses personales, el mal está incrustado en las instituciones del país.
Por ello, cada vez más, se percibe entre los jóvenes que la apatía está transformándose en enojo, malestar y cansancio. En ese sentido, rebelarse a esto es un instinto, más que una idea, como decía Roger Scruton, y como se explica en el libro Ser conservador es el nuevo punk, esta reacción es la de “aferrarse a aquello que amamos, de protegerlo de la degradación y la violencia, y de construir nuestras vidas en torno a él”. Es decir, preservar lo que es valioso (nuestras libertades básicas, nuestras comunidades y la patria), lo bello (nuestras tradiciones, cultura y familias) y lo digno (instituciones que estén al servicio de nosotros, los ciudadanos). La tarea es entonces reconocer y cuidar a las instituciones de fuerzas destructivas porque tienen que sobrevivir para el bien de futuras generaciones.
Afortunadamente, como nos recuerda el presidente argentino, “las fuerzas del cielo están de nuestro lado” y el futuro puede ser prometedor.
Las consecuencias de que no exista esta rebeldía son enormes, especialmente en Guatemala, donde aún hay un largo camino para consolidar las instituciones y tener un Estado moderno. Sin jóvenes rebeldes los discursos populistas y autoritarios pueden avanzar con facilidad. Apenas faltan dos años para las próximas elecciones y desde ya hay perfiles como estos posicionándose para competir. ¿No me digan que no los han visto en TikTok? Por otro lado, cuando gana la apatía a lo que pasa en el Estado, la corrupción se vuelve sistemática y aceptada como inevitable, haciendo que las instituciones pierdan credibilidad y funcionalidad. ¿Cómo así que un incremento al salario de los diputados para que “no sean tan corruptos” o puedan repartir más dinero en sus departamentos es justificable? Finalmente, sin rebeldía se cede espacio para la imposición de ideas que, bajo la apariencia de justicia social o modernidad, terminan yendo en contra del sentido común y, o peor aún, pueden limitar libertades individuales.
Y es que fueron realmente rebeldes los jóvenes argentinos que llevaron a la victoria a Javier Milei como líder de un cambio refrescante en Argentina, así como los tantos jóvenes estadounidenses, españoles, húngaros e incluso italianos que en otras latitudes están cimentando el cambio al rebelarse en contra del sinsentido. ¡Por un 2025 con más de estos en Guatemala! Rebeldes… con causa, por supuesto. Afortunadamente, como nos recuerda el presidente argentino, “las fuerzas del cielo están de nuestro lado” y el futuro puede ser prometedor.