RINCÓN DE PETUL

Rock “progresivo”, una “narrativa” “bizarra”

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Es interesante ver cómo suceden las dinámicas de la expresión verbal en las sociedades. Aquellas que gozan de un nivel cultural alto, elevan grupalmente su uso del lenguaje. Al contrario, un colectivo poco educado, lo hace descender. La habilidad de comunicarse con riqueza viene de la educación, pero no solo de aquella que se recibe en las aulas. Esto es evidente en Guatemala, donde tenemos una población general con bajísimos niveles de escolaridad. Pero no solo es eso. También vemos que las élites -que sí pasaron por escuelas privilegiadas- no comparten el gusto por la cultura; por el arte, y particularmente por la lectura, que es la fuente por excelencia del conocimiento lingüístico.

' Estamos sucumbiendo ante el vicio de las traducciones erradas.

Pedro Pablo Solares

Hay un comentario que he escuchado más de una vez. Y es de gente que viajó a lugares como Ciudad de México, y se topó con que el conductor del taxi tenía una plática más rica -incluso- que la que logran nuestros presidentes, que hacen fila por nuestro palacio verde guacamol. Somos testigos de cómo algunos de ellos, más que comunicar, apenas balbucean o, al contrario, exageran el histrionismo para ocultar carencias en la sustancia. Para las sociedades que se han quedado atrás, es importante comparar niveles con los dignatarios. Con personas prominentes de otros lugares como Bogotá, Montevideo o, no digamos, de la ilustrada Buenos Aires, inspirada por las letras de sus insignes escritores.

El lenguaje es una práctica netamente colectiva. Donde abunda la cultura, se multiplica el buen hablar. El contrario sucederá donde la erudición ha sido perseguida, ninguneada y machucada. Esto es algo que trasciende la forma. La lengua es el vehículo para la comunicación de las ideas. Así, un español corrompido será incapaz de cultivar y promover ideas coherentes. Vicios, entonces, surgen para compensar carencias. Surgen muletillas, que intentan esconder la incapacidad de ser fluido. Un vocabulario limitado se evidencia con el uso exagerado de ciertos vocablos. ¿Ha notado cuánto usan comunicadores en Guatemala la palabra “tema” cuando hay una infinidad de términos más precisos para cada situación?

Es en ese campo de lo viciado donde ubicamos la invasión del inglés, cuando esta sea injustificada. Mucho se habla sobre lo nocivo del anglicismo destructivo cuando hay vocablos en español que cumplen el propósito. Pero peor aún es que usemos palabras castellanas que suenan como la del inglés, pero que en nuestro idioma significan cosa diferente. Un ejemplo es la traducción del “Progressive Rock” a “Rock Progresivo”, cuando el adjetivo “Progressive” significa “algo que favorece el progreso o el cambio” -cual es el caso de ese género musical de avanzada-, y que nada tiene que ver con lo “progresivo” que, en español, evoca a “lo que avanza gradualmente”. El término preciso debió ser Rock Progresista.

El lenguaje es una práctica colectiva. Y en Guatemala, incluso los más connotados comunicadores sucumben a veces ante el vicio de las traducciones erradas. ¿Cuántas veces ahora escuchamos hablar de la “narrativa” de un presidente? Esto, evidentemente, intentando traducir del inglés “narrative”, sin percatarse de que el español se refiere a la más literaria “narración”. ¿Por qué no dicen simplemente “discurso”? O cuando ahora se dice, “la ‘administración” del presidente Biden”. ¿Acaso no conocen los vocablos españoles? Ejemplos de esto hay en multitud. Ninguno, quizás, tan “bizarro” como esta palabra misma que en inglés significa “raro” pero que el español usó para describir lo “valiente o espléndido”.

Guatemala está retado en su educación colectiva. Los esfuerzos por refinar nuestra comunicación solo ayudarán a mejorar colectivamente, en todos los campos.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.