Rincón de Petul

Remesas que construyen, por fortuna, también que destruyen

En el pensamiento colectivo pulula el racismo y continúa siendo una principal preocupación nacional.

Sí han cambiado las cosas desde entonces, quisiera creer. Estudiábamos en la facultad de Derecho de la universidad Landívar en los años 90 y en los salones, en los corredores, surgían pláticas que, creo, ya se han superado colectivamente. Recuerdo una puntualmente, discutiendo en la clase sobre derecho de los pueblos indígenas. Docta e ilustre, nuestra profesora Midori Papadópolo conducía una discusión sobre cómo traer a la vida positiva esos derechos, en especial para poblaciones que por tanto tiempo fueron marginadas de los objetivos de desarrollo nacional. Un compañero le decidió contrargumentar. “Esos no merecen, Lic.”, le dijo con sorna. “Uno les da un televisor y lo usan como mesa”. Me disculpo con los lectores por la crudeza de lo que parafraseo, pero estos comentarios fueron ciertos. “Tienen las escuelas cerca, y los papás los mandan a trabajar”, continuó. “Esa es gente que no se quiere superar”. De por sí, lo que dijo el compañero fue deplorable. Pero lo que no dejo de olvidar, es que muchos respondieron con risas complacientes. Con la fuerza que la caracterizaba, la catedrática reprendió al atrevido, pero en los pasillos, luego de la clase, la burla continuó. No es que fuera una idea individual, era un pensamiento ampliamente esparcido en el colectivo.

En el pensamiento colectivo pulula el racismo y continúa siendo una principal preocupación nacional.

Los comentarios jamás tuvieron justificación. Claramente, eran expresiones de racismo, duro y puro. Unas que, básicamente, sostenían que una población era intelectualmente inferior, debido a su origen étnico. Pero lo que decía, partía de una triste realidad. Los territorios rurales, campesinos y con predominancia indígena, entonces más que ahora, estaban estancados. La miseria era una norma que caía como manto sobre poblados enteros, inactivos, pasivos y que este profano interpretaba como perezosos. El atraso, sin embargo, abundaba, y se hacía necesario invocar las causas históricas y estructurales que originaban la inactividad que ciertamente predominaba.

Pero, desde entonces, las aldeas más lejanas han tenido transformaciones, evidentes al simple ojo. En muchos departamentos hay transformaciones debidas a la decisión de incorporarse —las mismas personas— a un mercado económicamente activo. El del Norte. El que paga dólares por su trabajo. Un ejemplo es la aldea Pueblo Nuevo Jucup, en San Sebastián Coatán. Lugar más remoto no podría haber; pero siendo un epicentro de remesas, vive una explosión económica. Sí, persiste pobreza en ese lugar; y no es que todas las aldeas se hayan transformado igual. Pero, sin que fuera necesario, los pueblos han evidenciado el origen real de la pobreza histórica de sus lugares.

En el pensamiento colectivo pulula el racismo y continúa siendo una principal preocupación nacional. Pero me atrevo a pensar que aquellas etiquetas particulares, la del tonto, la del haragán, van siendo superadas, en la medida en que crecen las remesas provenientes del exterior. Esas, que son un motor actual de la economía del país. Según la encuesta de OIM (2022), un 51% de las remesas entran al área rural, y un 43% de los recipiendarios a nivel nacional se identifican como mayas. Proyectado a este año, unos $11,200 millones que llegarán al área rural, y 73,800 millones de quetzales, específicamente a personas identificadas como mayas. Por ejemplo, la industria nacional, aún tremendamente centralizada, se beneficia de esos ingresos, a niveles que antes quizás no llegaron a vislumbrar. Solo imaginar: Del total de remesas anuales, OIM calcula que un 44% se destina a consumo. Y un 29% a ahorro e inversión. Hace ratos que no platico con aquel amigo necio de la universidad. No sé cómo piense ahora. Pero espero que se haya dado cuenta de algo que siempre fue evidente. En la ideología predominaban ideas de racismo. El trabajo bien pagado despierta a un país. No sabemos si el ingreso de remesas perdurará. Pero, ojalá, la abolición de este tipo de desprecios colectivos, sí.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.