DE MIS NOTAS

Redes, disfunción familiar y tiroteos en las escuelas

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Nadie hubiera podido imaginarlo hace 20 años: adolescentes desquiciados con la mirada perdida envueltos en las sombras de sus paroxismos mentales; escurriendo rencor, depresión, ira y odio; disparando a mansalva contra sus propios compañeros y maestros.

' Al cumplir los 18 años, un adolescente puede comprar un arma letal más fácilmente que tramitar la licencia de un perro.

Alfred Kaltschmitt

Una venganza planificada contra esos padres incapaces de traer al hogar un ambiente familiar relativamente funcional para desfogar y tratar a tiempo conductas anormales. Ahora, rifle en mano, con una frialdad y crueldad insólita, esta nueva especie de adolescentes desesperados inician la descarga letal, disparando a esos compañeros percibidos como enemigos y adversarios; rivales y bulleadores, que, a lo largo de sus vidas, se mofaban de ellos y los intimidaron verbal y físicamente, llevándolos a crear un círculo tal de hostilidad y rechazo, hasta convertirlos en los parias grupales. Ellos no tienen la culpa, ni el que disparó, ni tampoco las armas. El tema es mucho más complejo.

La discusión se ha ido por rutas políticas y otros análisis. La poderosa Asociación de Rifles de Estados Unidos, defendiendo el derecho constitucional a portar armas, habida cuenta que los criminales nunca han necesitado una. Por el otro lado están los críticos del sistema, señalando la ilógica realidad que al cumplir los 18 años un adolescente puede comprar un arma letal con mayor facilidad que tramitar la licencia de un perro.

Están los que sostienen el papel que juega la sanidad mental y la disfunción familiar como causa y detonante principal. Y también aquellos que señalan a los estados con regulaciones muy estrictas en armas, pero con indicadores muy pobres, como Chicago; evidenciando que la facilidad del transporte interestatal es una evidente falla y limita esas opciones.

Nadie tiene la razón absoluta. La verdad se mueve en medio de todas estas posiciones. Pesan sin duda las características de la generación Z, nacidos con una tablet o teléfono inteligente en la mano; y con un promedio de uso diario de entre 4 y hasta 8 horas. Un alto porcentaje se caracteriza por estar “conectados” aún mientras estudian; la comunicación es constante. Esto ha dado pauta a una serie de fenómenos psicológicos cada vez más frecuentes.

“La gran conclusión del controversial documental de Netflix El dilema de las redes sociales, expone a través de las voces de distintos expertos, cómo los gigantes tecnológicos manipulan la psicología humana e influencian nuestros comportamientos. El filme describe la adicción y los impactos negativos de las redes sociales en personas y comunidades, como resultado de las estrategias diseñadas para manipular emociones y comportamientos, y mantener conectados a los usuarios”.

La credibilidad del documental estriba en que casi todos los entrevistados ocuparon altos cargos en Google y Facebook; y describen métodos para manipular las emociones a través de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer, la alegría y el bienestar.

Justin Rosenstein, co-creador del botón “Me gusta” en Facebook, afirma que mediante sistemas de “recompensa inmediata”, como los “me gusta” o los comentarios positivos, las redes sociales han creado métodos de navegación capaces de estimular la circulación de la dopamina a niveles sin precedentes.

Y es de esta amalgama de redes, disfunción familiar, la ausencia de sistemas de atención psicológica, la compleja tribalización de las identidades en las escuelas y, por supuesto, la facilidad de adquirir un arma, en donde, en algún lado, se encuentra la solución.

Preocupante…

ESCRITO POR:
Alfred Kaltschmitt
Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.