Meta humanos
¿Qué queremos ver cuando nos veamos al espejo?
Liderar con éxito exige más que buenas intenciones.
Te invito a confrontarte con tu reflejo. ¿A qué me refiero?
Pararse frente al espejo puede ser una acción poderosa y reveladora. Al mirarnos conscientemente, nos damos cuenta de que ese reflejo, que nos sostiene la mirada, representa la convergencia de los tiempos: pasado, presente y futuro. Esa versión de nosotros que hoy nos observa solo es posible gracias al camino recorrido. Al mismo tiempo, ese reflejo nos interpela con una pregunta: ¿quién seré en un futuro próximo?
Te invito a confrontarte con tu reflejo.
Ese instante en el que los tiempos convergen nos invita a reflexionar. Por un lado, a traer a la conciencia lo vivido; por otro, a sentirnos dueños del futuro, reconociendo que nuestra transformación está en nuestras manos y en las decisiones que tomemos hoy.
Esta invitación trasciende lo personal. También debemos confrontarnos como país. Desde una posición de observadores, miremos a Guatemala y consideremos que lo que vemos hoy —los indicadores, las instituciones, los retos y el estado del gobierno— es el reflejo de nuestra historia colectiva. Nuestro presente es el resultado de todo lo que hemos hecho, o dejado de hacer, hasta este punto.
En este ejercicio colectivo, es crucial recordar que el camino para que Semilla llegara al poder no fue fácil. Incontables guatemaltecos — haciendo mención especial a los estudiantes, Líderes Ancestrales y miembros de diversos sectores— alzaron sus voces incansablemente para garantizar que la voluntad del pueblo expresada en las urnas fuera respetada.
Mirar hacia atrás es esencial, porque no podemos olvidar lo que nos trajo hasta aquí.
Por eso, hoy quiero dirigir un mensaje directo a los gobernantes, especialmente al señor presidente: lo que los llevó a donde están fue mucho más que un voto de confianza. Fue el sacrificio, la unión y la esperanza de incontables guatemaltecos que creyeron en la posibilidad de una transformación real.
Sin embargo, nos encontramos nuevamente en un momento crítico. Las esperanzas de cambio comienzan a debilitarse. La incertidumbre crece, la tensión aumenta, y esto, lejos de beneficiar al pueblo, fortalece a los detractores. Las señales de aislamiento por parte de quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos son alarmantes.
“Lo mejor está por venir” no fue solo un lema; fue una promesa que encendió la ilusión de millones. Pero hoy, esa promesa empieza a parecer difícil de creer.
Gobernar no es tarea fácil, y menos en un país como Guatemala. Pero liderar con éxito exige más que buenas intenciones. Requiere acciones contundentes, la capacidad de construir puentes, forjar alianzas estratégicas y ejecutar planes concretos que alimenten la esperanza.
El futuro de Guatemala está en manos de quienes lideran hoy. Este es el momento de actuar con firmeza, de ampliar los círculos, de escuchar con humildad y de construir un camino que respalde la legitimidad ganada en las urnas. Guatemala no necesita más promesas; necesita realidades tangibles.
Ya somos demasiados los guatemaltecos que, al mirarnos en el reflejo, hemos visualizado un futuro diferente. Un país próspero, donde la confianza en las instituciones se ha restaurado. Un país que ya no se asocia con pobreza, sino con biodiversidad preservada, inversión en infraestructura y desarrollo humano. Un país sinónimo de innovación, bienestar y cultura.
Al confrontarnos con ese reflejo y visualizar el futuro deseado, surge la pregunta más importante: ¿qué debemos hacer hoy para convertirnos en esa versión que queremos ser? Los guatemaltecos ya hemos expresado lo que deseamos. Hoy, con determinación y esperanza, les pedimos a los gobernantes que se miren al espejo, asuman este momento crucial y nos demuestren con acciones cómo harán realidad sus promesas.