La buena noticia
¿Qué hacemos?
“El Espíritu Santo está en el origen del clamor de los pobres. Es la fuerza que se da a los que no tienen fuerza”. (José Comblin)
El anuncio profético de Juan Bautista lanzado desde el desierto, muy lejos de los centros de poder, es asumido por la población y despierta la conciencia en sus oyentes y en algunos sectores específicos, como los recaudadores de impuestos; los militares, no los altos mandos, sino la tropa; y hasta Herodes reacciona, pero, para silenciarlo, encarcelarlo y asesinarlo.
“El Espíritu Santo está en el origen del clamor de los pobres. Es la fuerza que se da a los que no tienen fuerza”. (José Comblin)
Su liderazgo suscita un movimiento popular que desemboca en la acción: “qué debemos hacer”. El pueblo está a la expectativa, intuyen que algo maravilloso está sucediendo. Sin embargo, solo es el comienzo de aquel movimiento por el reino que Jesús promoverá desde la dignidad de cada uno, hasta alcanzar las estructuras sociales y religiosas orientadas al bien común y a la promoción de la vida digna de los pueblos.
Jesús es el relevo de la propuesta de Juan. A partir de ahora, toca seguirlo, pues tiene más autoridad que el Bautista. Llega con la fuerza transformadora del Espíritu Santo y con el fuego que abre paso a una nueva realidad portadora de esperanza en aquella realidad dominada por fuerzas deshumanizantes.
Ambos están poseídos por el Espíritu de Dios, que en palabras de J. Comblin, “está en el origen del clamor de los pobres. Es la fuerza que se da a los que no tienen fuerza”. Así entendemos que los grandes cambios sociales no surgen desde las elites embriagadas de poder, sino desde el mundo de los pobres que intuyen el paso de Dios en la historia.
La propuesta del Evangelio es válida para nosotros. Ante el egoísmo acaparador, promover la solidaridad fraterna compartiendo lo que somos y tenemos. Ante una economía neoliberal salvaje, una banca sin escrúpulos y unos prestamistas sin ética donde todos “cobran más de lo establecido”, trabajar por “el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos”, que contribuya a forjar un sistema económico justo y equitativo donde todos tengan las mismas oportunidades (Francisco, Jornada de la paz, 2025).
Ante el estamento militar que goza de privilegios constitucionales y tiene cooptado el frágil sistema democrático, detener toda forma de extorsión o maltrato a la ciudadanía. Qué interesante sería, además, que las naciones con más poderío bélico, según el Papa, utilizaran “al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático”.
Pero la sociedad en que vivimos nos contagia fácilmente de un estilo de vida y una mentalidad contrarios a la oferta del Bautista y a la propuesta de Francisco. Infectados por la mentalidad dominante en nuestra cultura, ponemos la confianza en el valor de ganar dinero, tener buena posición social y una vida cómoda.
Pensamos que “lo mío es mío, puedo hacer lo que quiera” y de vez en cuando damos limosna para tranquilizar nuestra conciencia. Acaparar cuando no lo necesitamos es robar a los pobres. Ante una mentalidad avara, debemos sobreponernos con una actitud de generosidad y solidaridad transformadoras. Ensanchar el corazón y tender la mano al otro.
“¿Qué hacemos?”: ante un régimen de impunidad que resiste y una justicia cooptada; también, cuando hay ciudadanos que no tienen “Techo-Tierra-Trabajo” para vivir dignamente, hombres y mujeres buscando que comer entre los basureros, niños que no podrán superar la desnutrición en las zonas más empobrecidas. El desarrollo del país no consiste en que una minoría alcance un bienestar material cada vez mayor, sino en que la sociedad entera viva con más dignidad y menos sufrimiento.