Estado, empresa y sociedad

Por qué unos países sí y otros no

Urge cambiar el sistema educativo para modernizar al país, en todos los niveles.

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) abarca tres dimensiones: la esperanza de vida de la población; su nivel educativo; y el ingreso nacional bruto promedio (“per cápita”). El IDH de Guatemala es de 0.629, que lo coloca en la posición 136 de 193 países. En comparación con el resto de América Latina, nuestro país está por debajo del promedio regional; peores solo Honduras y Haití.


Es válido preguntarse por qué unos países han logrado desarrollarse mientras otros no. A principios de 1800, Haití tenía un ingreso promedio por habitante mayor que el de Canadá; a principios del siglo pasado, Argentina era considerado un país adelantado junto con Europa y los Estados Unidos; Alemania estaba en la ruina al finalizar la Segunda Guerra Mundial, mientras que en Guatemala apenas recibíamos noticias tardías de los frentes de batalla. Entonces, ¿por qué ahora, Canadá, Estados Unidos o Alemania brindan a sus ciudadanos una calidad de vida de primer mundo, mientras que Guatemala o Haití se disputan los últimos lugares en desarrollo?


No hace falta seguir revolviendo el pasado, sino transformar la educación nacional, que debiera promover un pensamiento crítico, innovador y creativo, con una capacitación actualizada y práctica para el trabajo productivo y socialmente responsable; acompañada de acertadas políticas públicas; asegurando el fortalecimiento y funcionamiento efectivo, eficaz y eficiente de las instituciones; con una gerencia pública honrada, capaz y comprometida. Estos han sido algunos de los ingredientes que han influido en la creación de un clima social y de negocios, que han permitido el crecimiento con mayor equidad en los países más desarrollados.


Un sector público efectivo y honesto es facilitador del desarrollo; es una condición necesaria, pero no es suficiente. Solo las personas con su esfuerzo personal y colectivo son capaces de crear riqueza. Y el factor más importante para cambiar la situación imperante comienza con nuestra actitud, que es determinante de una conducta transformadora.

Solo las personas con su esfuerzo personal y colectivo son capaces de crear riqueza.


Urge cambiar el sistema educativo para modernizar al país, en todos los niveles, aprovechando la idiosincrasia de los guatemaltecos. Desde preprimaria, primaria, básicos, diversificado, hasta en la universidad, es fundamental inculcar la formación de ciudadanos, técnicos y profesionales, que sean auténticos emprendedores, más proactivos y menos conformistas, con un plan de vida claro y trascendente; líderes que contribuyan, cada uno desde su realidad, a la transformación social.


Dirigentes de su propio destino, forjadores del futuro, emprendedores y generadores de empleo para sí mismos y para otros; líderes y no solamente seguidores; solidarios y no egoístas; admiradores del éxito y no envidiosos; son algunos de los valores que, junto con la auténtica vivencia de los principios ético-cristianos, debieran formar la plataforma educativa del país. Enfocados en crear riqueza para enfrentar la pobreza, comprometidos con la protección del ambiente, reconociendo y favoreciendo la multiculturalidad e interculturalidad, con una sólida formación académica, liderazgo y capacidad de interpretar las paradojas de nuestro tiempo; porque no solo es una época de cambios, sino un cambio de época, incierta, volátil, ambigua y desafiante, que exige adaptación y reaprendizaje constante.


La pobreza que vive la mayoría de guatemaltecos solo puede ser contrarrestada con la generación de suficientes empleos productivos, y quienes tuvimos el privilegio de acceder a una educación universitaria, debiéramos ser los primeros llamados a convertirnos en promotores del cambio para contrarrestar los ingentes niveles de pobreza.

ESCRITO POR:

José Alejandro Arévalo

Profesional, especialista en banca y finanzas. Profesor universitario. Consultor independiente.