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Por la concordia

El tiempo dirá si avanza el consenso internacional actual; pero inmediatamente ha provocado desconcierto.

En el Sinaí, un artero ataque a una fiesta, el sábado 7 de octubre del año pasado, tuvo como cauda 250 asesinados y 200 secuestrados. La última votación en Naciones Unidas produjo escándalo en el país. En más de medio año, ciertos reportajes han buscado extraviar conciencias. Pocas veces mencionan el intercambio de ataques armados, solo hablan del fallecimiento de civiles. El ejército israelí avanza sobre un campo de batalla establecido en barrios populares, convertidos en un escudo del llamado Partido del Fervor, o Hamás. Hasta la fecha no han dejado de activarse cohetes artesanales para dañar el poder militar judío, con poca eficacia; no obstante, con fusilería consiguen bajas de soldados judíos.

La unidad nacional requiere respeto enmarcado en una crítica seria a su dirección internacional.

No se debe desconocer el elevado sufrimiento de los gazatíes. Aunque existe ese antagonista armado, la determinación israelita de exterminarlo supone un alto costo de vidas colaterales, o sea, no combatientes. También se han producido errores, como el bombardeo del transporte de siete trabajadores del World Central Kitchen, ocupados en proporcionar alimentos a los asediados pobladores.

En 2021, Hamás afirmó haber construido 500 km de túneles. El 8 de febrero de este año, el ejército israelí enseño la captura de un complejo subterráneo bajo un puesto de la agencia de refugiados de Naciones Unidas, UNRWA. Otro tanto, ocurrió con hospitales destruidos por contener recintos o cuartelillos subterráneos para operaciones armadas.

De 193 países miembros de Naciones Unidas, 143 votaron una resolución para reconocer a la representación palestina como miembro pleno de Naciones Unidas, se busca después, generar acuerdos de no agresión. Existen otras propuestas para conseguir la paz, y parar esa sangría de la población gazatí. Pero, lo cierto es el peso de los patrocinadores de esa vía: España, Irlanda, Noruega y Bélgica, convencieron a países como el nuestro. La delegación palestina quiso presentarlo como un triunfo y la israelita como agresión diplomática.

Hubiese podido abstenerse, como Paraguay. Quien, quizás, lo hizo por su candidatura al Consejo de Seguridad. La abstención significaba estar con la mitad de Europa, dos bálticos, los del Commonwealth y los costeros occidentales del Mar Negro. En fin, se prefirió una propuesta frente a otra, donde se formulan negociaciones directas con reconocimiento de Estados vecinos a Israel.

El tiempo dirá si avanza el consenso internacional actual; pero inmediatamente ha provocado desconcierto. En el país, actos de gamberros como utilizar una pistolita de agua con pintura roja para manchar las banderas puestas en celebración de la independencia de Israel, denotan baja catadura. Hay religiosos sin reclamo a la radicalidad del cristianismo: el perdón y el amor universal, presumen de su apoyo financiero para formar una extensa red de colaboradores, a los que llaman al repudio político del voto en la Asamblea de Naciones Unidas.

Un expresidente, Jimmy Morales, señaló motivos personales indecorosos contra varios cancilleres, y al actual, Carlos Ramiro Martínez, le adjudica una razón ideológica oculta. Pues si le consta, que la diga, no estamos para misterios religiosos. La unidad nacional necesita del respeto hacia las funciones de quienes dirigen la política exterior. Es deseable que no haya mucha variación en el rumbo internacional. Pero, convertir este asunto en discusiones de atrio de templos, cantinas o resolverlos con refranes o moralejas no es honorable. La dirección de las relaciones exteriores se ha confiado a la presidencia, quienes la ejercieron debían ser ejemplo del respeto a esa función.

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.