Catalejo

Pocos días preelectorales han demostrado realidades

En las elecciones de EE. UU., su complicado sistema hace dudar del conocimiento necesario para un voto sereno y maduro.

Faltan solo cinco días para las elecciones estadounidenses, suceso político de consecuencias mundiales y ahora con la fundamentada duda acerca de cuándo se conocerá el resultado, por el temor de repetirse la negativa trumpista. Al ser atípicas en todo, no se puede en base a buscar criterios en la tradición electoral ni en el análisis histórico de las anteriores. En resumen, han comprobado la seriedad de la crisis de la democracia, general en el mundo, así como la necesidad de decisiones nuevas para lograr salvarla de las garras del “populismo estilo USA”, donde ahora está presa porque fue considerada libre de la necesidad de una constante defensa. Sin importar quién gane, esta crisis necesita nuevas acciones valientes, pero además bien intencionadas.


Se ha demostrado en ambos partidos la escasez de figuras importantes y con largo historial. Los candidatos surgieron de la nada en la elección anterior y su experiencia es muy suigéneris. Trump, al apoderarse del partido Republicano y convertirlo en una maquinaria trumpista basada en el culto a su personalidad, al punto de provocar el paso atrás de grandes figuras del partido, ahora un simple grupo populista al mejor estilo del socialismo. Harris, quien por su abundancia de carcajadas reduce su imagen se seriedad, estuvo en segundo plano, detrás de Biden, y solo surgió a última hora y con fuerza desde la renuncia presidencial a participar. Se rompió así la gerontocracia de los contendientes, dos ancianos con una diferencia de solo cuatro años de edad.

Los insultos alcanzaron niveles nunca vistos, con frases denigrantes, superiores a los usados en las elecciones latinoamericanas. Increíble.


Todo esto provocará el voto, no a favor de uno sino contra el otro. Han causado una división peligrosa, al fomentarse la absurda posición de considerar enemigo mortal, no adversario, a quien apoya al otro partido. Muy preocupante fue el atentado, exitoso, aunque sin efecto, y la difusión de un video de pastores evangélicos con frases como “Dios me dijo que había decidido que Trump fuera el nuevo presidente”. Han sido superficiales y frívolas, sin discusión de temas fundamentales, pero sí promesas abstractas. Según las encuestas, la diferencia de menos del 3% a nivel nacional significó empate técnico desde el principio, y cualquier resultado del martes será válido dada esa escasa diferencia. Y ronda el fantasma de ganar el voto popular y perder la elección.


Dos de los temas básicos de la campaña provocaron mi rechazo. Harris hizo tema fundamental el “derecho” al aborto y abrazó el falaz criterio de poder hacerlo por ser una simple libertad femenina en su cuerpo. Trump se basó en el visceral odio racista y abierto hacia los inmigrantes latinoamericanos, con base a mentiras, ignorando la relación entre los bajos precios de muchos productos con los duros y mal pagados trabajos de ellos. En otro campo, los cientos de millones de dólares donados a ambos aspirantes por simpatizantes económicamente elitistas, indican la permanencia de la democracia del billete. Los apoyos de celebridades musicales multimillonarias fueron ejemplos de la falacia de seguir el criterio político de alguien porque es famoso en un tema diferente.


Las antiguas figuras de ambos partidos vieron la urgente necesidad de actuar: Obama al rescate de Harris y Bush para anunciar el retiro de su apoyo a Trump. Insólito. Los insultos alcanzaron niveles nunca vistos, con frases denigrantes, superiores a los usados en las elecciones latinoamericanas. Increíble. Surgió la división entre ser republicano y ser trumpista, o ser demócrata y apoyar el aborto. Se afianzó el ego enfermizo como arma política, y presión a miembros de los partidos para apoyar a los candidatos. Es imposible negar la disminución de la importancia mundial estadounidense por acciones erradas con el resto del mundo, especialmente con los países enemigos, cuyo fin es causar el derrumbe desde dentro y hacia adentro de un imperio debilitado.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.