Si me permite

Personas pacientes reflejan ser disciplinadas

Las personas que manifiestan disciplina son valoradas por los logros que han alcanzado.

“Muchas veces la paciencia es amarga, pero su fruto es dulce”. Jean Jacques Rousseau

Cuando aprendemos a convivir y compartir nuestra vida con los que nos rodean, podemos darnos cuenta de que hay quienes son pasivos e indiferentes porque están ocupados e interesados solo en lo que ellos están haciendo, pero es muy diferente cuando nos encontramos con personas que tienen la debida paciencia y por ello saben actuar en el tiempo y modo correcto, por lo cual impactan la vida de aquellos con los que se relacionan.

Es fácil pedir que nos tengan paciencia siempre que nosotros la tengamos primero con ellos.

Esa disciplina que los ha llevado a desarrollar su modo de ser no solo con lo que ellos hacen, también ha hecho un efecto positivo con lo que tiene que ver con todos los que les rodean, sin lugar a duda demuestran que han tenido una marcada disciplina en lo que piensan y en lo que hablan para que no tengan que hacer correcciones, porque si se hubieran dejado llevar por el impulso que tenían, las cosas hubieran sido diferentes.

Cada uno de nosotros también tenemos la responsabilidad de pensar cuándo y de qué modo debemos reaccionar a las cosas que vemos o de aquellas cosas que se nos consulta, si es que queremos de alguna manera ser diferentes y hacer las cosas no solo bien hechas, sino que sean de provecho a largo plazo.

El ser disciplinado posiblemente es muy fácil cuando llega el momento de exigir y hacer demandas, pero cuando lo tenemos que aplicar a nosotros mismos somos muy rápidos en buscar lo que es gratificante para nosotros. Esto muchas veces nos habrá de cerrar puertas para algunas relaciones que queremos alcanzar o incluso nos habrá de excluir de algunas relaciones, pero una buena disciplina a nuestros impulsos nos habrá de favorecer y nos habrá de ampliar las relaciones que tenemos por simplemente aplicar la correcta disciplina a nuestros intereses.

La disciplina, cuando se nos impone, puede sentirse como una carga, a menos que podamos percibir las ventajas que puede generar. Por ello, en los primeros años de nuestra vida, cuando hemos sido correctamente criados, una buena parte fue la tarea de aquellos que estuvieron a cargo de nosotros aplicar criterios disciplinarios y por ello hoy somos lo que somos. Las personas que observamos y reconocemos que son pacientes no simplemente están reteniendo un proceder en ellas, sino, por el contrario, reconocen que cada uno de nosotros tenemos un espacio en el cual nos desempeñamos y debemos saber cómo hacerlo.

Es muy diferente cuando hay personas que están asignadas como nuestros superiores. Ellos habrán de supervisarnos para que cumplamos con nuestras obligaciones y esto estará regido por criterios de disciplina para que las cosas puedan avanzar y alcanzar su objetivo.

Lo ideal es saber cuándo uno debe negarse para que otros no tengan que intervenir en forma correctiva, y si por alguna razón hemos sido corregidos en algo, que nos quede muy claro, para apropiarnos para el resto de nuestra vida y de esa manera manifestar una conducta de madurez y de responsabilidad, la cual nos habrá de abrir camino para alcanzar mejores posiciones y tener mejor interacción con nuestros semejantes.

Nuestra sociedad hoy día necesita personas disciplinadas para que, con su manera de ser y hacer, y no con discursos innecesarios, puedan afectar a los demás con su ejemplo y su paciencia.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.