Con otra mirada
Pensadores de ayer, antípodas de hoy
Montesquieu propuso un estado con tres poderes que se controlan entre sí, como garantía contra el despotismo.
Durante la Edad Media, la religión dominó el mundo de lo sobrenatural y, ligada a las monarquías europeas, estableció la forma de gobierno en que los reyes concentraban el poder, partiendo de que el poder era de Dios y ellos lo ejercían por mandato divino; sus decisiones eran indiscutibles y abarcaban todas las funciones estatales. La sociedad, organizada en tres estratos: los nobles, el clero y los comunes, dio lugar a que nobles y clero gozaran de privilegios, no pagar impuestos y poder ocupar cargos políticos en la corte. En tanto, los comunes: campesinos, trabajadores urbanos, artesanos, artistas y burgueses formaban la gran mayoría de la población y estaban obligados a pagar impuestos.
El renacimiento italiano (S.XVI) que todos reconocemos en la explosión artística que se dio en Florencia, dejó atrás la época oscura dominada por la religión católica y la imagen de un dios único, colocó al hombre como centro de todas las cosas. El pensamiento debía estar basado en el uso de la razón y, a partir de la observación, se podía entender de mejor manera el mundo; ideas que inspiraron cambios en la política, la economía y la cultura que transformaron la sociedad.
Entraron en contubernio despótico, para hacer de Guatemala su fuente privada de enriquecimiento ilícito.
Ese movimiento cultural, intelectual y racionalista, tendente a dar luz, conocido como La Ilustración, surgió y desarrolló del S. XVII al XVIII llamado Siglo de las Luces. Hubo intelectuales y pensadores que escribieron sobre literatura, ciencias naturales y sociales, filosofía y política con características como: uso de la razón, reformismo, laicismo, cambio y progreso. Desarrollo de las ideas en torno al origen del gobierno y la autoridad, y que la fuente del poder reside en el pueblo. Destacan pensadores como Jean-Jacques Rousseau, cuyas ideas inspiraron la Revolución francesa en 1789 aunque, para fines de este artículo, me centraré en Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu y su obra El espíritu de las leyes.
Es un tratado de teoría política y derecho comparado publicado en 1748. En el recrea el modelo político inglés, tomando de los alemanes, referido al concepto de tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; a la relación entre ellos con el objeto de alcanzar un equilibrio en donde cada uno controla al otro y los tres se controlan entre sí: un sistema político, garantía contra el despotismo.
Guatemala, con su sistema republicano, adoptó aquellos principios. Sin embargo, dirigentes de naturaleza espuria aplicaron el principio antijurídico “hecha la ley, hecha la trampa”, haciendo fracasar, por ejemplo, las Comisiones de Postulación para elegir magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Corte de Constitucionalidad y jueces, integradas por profesionales del Derecho, teóricamente probos, como se supuso serían los decanos de sus facultades. Así, urgieron universidades de cartón con facultades de leyes, con el fin de integrar las comisiones para cooptar los altos cargos dentro del Organismo Judicial, cuyo negativo resultado padecemos. Un agravante, visto la semana anterior, fue que ya no fueron solo los decanos de las universidades de pacotilla, sino también, dos de alto postín que, sin siquiera sonrojarse, votaron por candidatos señalados de actos de corrupción local e internacionalmente.
Me queda claro, pues, que, en el S. XVIII, sin electricidad, teléfono ni internet, hubo intelectuales que pensaron en mejorar el sistema político de gobierno en beneficio del pueblo, en tanto que, con el avance de la tecnología, hoy sus antípodas —políticos en general— usurparon los tres poderes que lejos de controlarse entre sí, entraron en contubernio despótico, para hacer de Guatemala su fuente privada de enriquecimiento ilícito.