Reflexiones sobre el deber ser

Paz en la Tierra

Bienaventurados los que trabajan por la paz.

El Papa Juan XXIII, en su Encíclica Pacem in Terris, expedida el 11 de abril de 1963, hace un llamado a la negociación y la concreción de acuerdos para dirimir los conflictos entre naciones, que hoy día es muy pertinente, en los términos siguientes: “(…) Se ha ido generalizando cada vez más en nuestros tiempos la profunda convicción de que las diferencias que eventualmente surjan entre los pueblos deben resolverse no con las armas, sino por medio de negociaciones y convenios. Esta convicción, hay que confesarlo, nace, en la mayor parte de los casos, de la terrible potencia destructora que los actuales armamentos poseen y del temor a las horribles calamidades y ruinas que tales armamentos acarrearían. Por esto, en nuestra época, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado. Sin embargo, vemos, por desgracia, muchas veces cómo los pueblos se ven sometidos al temor como la ley suprema, e invierten, por lo mismo, grandes presupuestos en gastos militares. justifican este proceder —y no hay motivo para ponerlo en duda— diciendo que no es el propósito de atacar el que los impulsa, sino el de disuadir a los demás de cualquier ataque. Esto, no obstante, cabe esperar que los pueblos, por medio de relaciones y contactos institucionalizados, lleguen a conocer mejor los vínculos sociales con que la naturaleza humana los une entre sí y a comprender con claridad creciente que entre los principales deberes de la común naturaleza humana hay que colocar el de que las relaciones individuales e internacionales obedezcan al amor y no al temor, porque ante todo es propio del amor llevar a los hombres a una sincera y múltiple colaboración material y espiritual, de la que tantos bienes pueden derivarse para ellos (…)”.


En el Evangelio, según San Lucas (2:14), en torno al nacimiento de Jesús, se narra que los ángeles que se aparecieron a los pastores proclamaron: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: esta es la hora de su gracia”. Sin duda, esta frase clama por la armonía, la conciliación de intereses y la resolución pacífica de las disputas. De suerte que es un mensaje de amor, perdón, tolerancia y esperanza que hoy día debe resonar más que nunca, dado el avance del odio, la agresión, la venganza, la conquista, la discriminación, la destrucción, la enfermedad, el hambre, la matanza y el destierro.

En el Evangelio, según San Lucas (2:14), en torno al nacimiento de Jesús, se narra que los ángeles que se aparecieron a los pastores proclamaron: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: esta es la hora de su gracia”.


En dicha Encíclica se suplica: “Que, finalmente, Cristo encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la recíproca comprensión, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz”.


Inequívocamente, la actual carrera armamentista, así como la escalada de los conflictos bélicos en el mundo, han dado pie a que se esté echando mano de nuevas y sofisticadas armas ofensivas; e, incluso, que algunos gobernantes estén amenazando con atacar con armas termonucleares, lo que podría redundar en catástrofes humanitarias y devastación.


Por lo tanto, resulta oportuno un llamado a la distensión, la justicia, la no violencia y la reconciliación, en el marco de lo que el Papa Juan XXIII exhorta con humildad, amor y buena voluntad. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, dice el Señor (Mateo 5:9).
¡Feliz Navidad!

ESCRITO POR:
Mario Fuentes Destarac
Abogado constitucionalista