a CONTRALUZ
Parteaguas de la izquierda latinoamericana
Maduro está acorralado en su propia mentira, defendiendo un fraude electoral descarado.
Cuando un grupo de periodistas le preguntó al expresidente uruguayo Pepe Mujica si en Venezuela hay una dictadura, expresó: “¿Qué quiere decir la palabra dictadura? ¿Dónde se origina el concepto dictadura? Era una decisión del Imperio Romano cuando los papas quemaban, que concentraban el poder y se lo daban a un tipo solo, para que mandara. Nada de discrepar ni nada. Orden cerrado porque en momentos de peligro no se puede discutir. Tiene que haber uno que mande. Ahí se inventó la figura de dictador”. Acto seguido, enfatizó: “El de Venezuela es un gobierno autoritario, se lo puede llamar dictador… llámenlo como quieran”. Mujica, la voz más respetada de la izquierda continental, es contundente al decir que no es creíble el supuesto triunfo electoral de Nicolás Maduro. Afirma que tiene “dudas” sobre las cifras divulgadas por el Consejo Nacional Electoral. De esta manera, el fraude del chavismo se constituye en un parteaguas de la izquierda latinoamericana.
Maduro está acorralado en su propia mentira, defendiendo un fraude electoral descarado.
Maduro ha puesto a prueba a la izquierda regional, entre quienes son leales a sus principios éticos o quienes apuestan por la continuación del proyecto autoritario, independientemente de que viole su propia legalidad. El chavismo se comprometió con un proceso de elección popular, en el que supuestamente se respetaría el voto ciudadano. Hizo hasta lo imposible para invalidar la participación de los candidatos con caudal electoral, muy al estilo nicaragüense, y restringió hasta donde pudo la observación internacional. Pese a ello, la gente votó en su contra y tuvo que incurrir en un fraude descarado. Según las cifras oficiales, Maduro habría obtenido 51.20% de votos y Edmundo González, el 44.2%, pero sin aportar una sola prueba un mes después de las elecciones. Al contrario, la oposición publicó en la web los resultados de 25,073 actas, que representan el 83.50% del total, en el que se observa el comportamiento de los venezolanos que le habrían dado a González el 67% de los sufragios y a Maduro, el 30%. En la página se puede observar cómo se comportó el voto a nivel nacional.
Maduro está acorralado en su propia mentira, un triunfo electoral que solo puede tener cabida en quienes creen que un principio revolucionario es mantener el socialismo a costa de todo. Esta situación ha fracturado al Grupo de Puebla, un foro que aglutina a políticos y académicos de la izquierda latinoamericana, que han tenido que fijar su postura en torno a estrechar filas con Maduro o exigir la publicación de las actas electorales. Los presidentes de Brasil, Luis Inácio Lula Da Silva, y de Colombia, Gustavo Petro, le han tendido un puente a Maduro para una salida negociada, que necesariamente tendría que pasar por el reconocimiento de su derrota electoral y la constitución de un gobierno de transición. Empero, se han topado con un régimen herido que busca su continuación y en su desesperación ha optado por la vía espuria de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua: la represión contra los opositores.
En estas horas de definiciones, la figura del presidente chileno, Gabriel Boric, aparece como la versión más potable de la izquierda latinoamericana. “Chile no reconoce este falso triunfo autoproclamado de Maduro y compañía”, afirmó, y agregó: “No hay duda de que estamos frente a una dictadura que falsea elecciones”. De esa manera dejó clara la vertiente de la izquierda democrática, que comparte con Mujica. En esa misma línea, Lula da Silva hace un importante aporte desde la izquierda al plantear que defiende la alternancia en el poder. “No hay presidente insustituible”, dijo, con lo que desmorona la farsa de Ortega-Murillo y Maduro, según la cual son el camino de la liberación de sus pueblos. En realidad, ellos constituyen el cáncer que ha conculcado las libertades ciudadanas y ha arrasado con el futuro de sus países.