Omne principium difficile est
Gen que nos hace aplaudir al corrupto, esperando ser salpicados con algún beneficio.
La máxima latina del título significa: Todo comienzo es difícil. Principio aplicable a toda acción humana.
Con el control de los otros dos poderes del Estado, siguen saboteando toda acción del Ejecutivo.
El ciclo anual alrededor del Sol para el mundo occidental, como lo usamos, se debe al papa Gregorio XIII, quien en 1582 aprobó los cambios al calendario juliano. El año se estableció de 365.25 días divididos en 12 meses; 11 de 30 y 31 días, y uno de 28, que cada cuatro años tendrá 29, llamado bisiesto, con el objeto de ajustar los decimales de la cuenta, mantener la coherencia con las estaciones y consecuentemente con la vital agricultura.
El nombre de los meses viene del calendario romano, que era lunar, de 304 días con 10 meses, de marzo a diciembre, al que fueron agregados Ianuarius y Februarius. Los nombres de septiembre a diciembre mantuvieron su posición original en el calendario romano: septem (siete), octo (ocho), novem (nueve) y decem (diez). Los últimos meses corresponden al invierno, período en el que la naturaleza se aletarga y adormece. Enero debe su nombre al dios Jano, que simboliza el comienzo y el final, a abrir nuevos caminos y cerrar ciclos; era representado con dos caras, una mira al pasado y la otra al futuro. Hoy, la relación del calendario con la actividad agrícola sigue siendo la misma. Pero la vida urbana y el desarrollo cultural tienen otros parámetros que han impuesto otras dinámicas y formas de vida.
En Guatemala los grupos de poder han cambiado de apelativo, pero mantienen el plan original de explotación del territorio, como finca privada, de cuando se fundó la República. Actualmente se les identifica como Pacto de Corruptos. Grupo surgido en 2017, cuando la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala denunció públicamente a empresarios, militares, diputados y magistrados por corrupción. Al verse expuestos se las arreglaron para abortar el trabajo de la comisión. Para el efecto usaron a su incondicional peón, en funciones de presidente de la República. Con esa acción garantizaron que el siguiente mandatario (2020-2024) seguiría avalando su dominante poder y de esa manera, consolidarlo ante cualquier nuevo intento por democratizar el país.
La desfachatez del actuar político de los enemigos de la patria a partir del golpe de Estado al presidente Jacobo Árbenz, en 1954, minó la confianza ciudadana en la clase política y provocó el hartazgo de la población. Eso se reflejó en el resultado electoral de 2023, en el que Bernardo Arévalo fue electo presidente. Triunfo que sorprendió a los mafiosos, quienes no asimilaron la derrota e hicieron hasta lo imposible por falsear el resultado, recurriendo a los ilimitados recursos a su alcance desde un Estado copado por sus fieles servidores, aún en contra de la ley, la Constitución y cualquier dejo de moralidad.
Para ellos, el comienzo del nuevo ciclo no es difícil. Con el control de los otros dos poderes del Estado, siguen saboteando toda acción del Ejecutivo. No faltan los net centers dedicados oficiosamente a desinformar a la población, como tampoco los achichincles en todos los ámbitos que critican sin fundamento.
¿Será que los guatemaltecos tenemos un gen que nos hace aplaudir al corrupto, esperando ser salpicados con algún beneficio? ¿O será que el lapso de 70 años de consolidación de la estructura de la finca, nos castró cívicamente, al punto de no ser capaces de reconocer a un gobernante “leido, viajado y escribido” de entre sus antecesores, salvando la excepción a la regla, con grandes falencias en términos cívicos, culturales y políticos, pero con clara y sumisa vocación servil ante el patrón?