Si me permite

Ofensa de un instante tiene efectos perdurables

El saber evitar una ofensa es más de sabios que una multitud de disculpas posteriores.

“Nada se olvida más despacio que una ofensa, y nada más rápido que un favor”. Martin Luther King
La sociedad moderna en la que vivimos nos lleva a que el trato con otras personas sea por amistad, parentesco o bien por trabajo, lo que requiere el debido cuidado de cómo decimos las cosas y cómo nos expresamos al compartir una opinión.


Es probable que en algunos momentos, por las diferentes situaciones que vivimos, nuestro estado de ánimo no sea el ideal para tratar al prójimo, pero por no tener la disciplina de evitar el trato seguimos adelante y probablemente algo que decimos a la persona puede ser no solo incorrecto, sino también ofensivo. Y sin lugar a duda, al percatarnos, inmediatamente pedimos que nos disculpen por lo que hemos dicho.


Claro, la persona educada nos expresará conceptos para minimizar la situación, pero no implica que lo olvidará.


A muchos de nosotros nos recuerdan por nuestro nombre propio o la profesión, o bien por alguna relación que tenemos con los conocidos de ellos. Y sin lugar a duda, en las conversaciones se va fijando alguna expresión, la cual describe el perfil de nuestra personalidad, y seguramente en algún momento habrán de decir, “como decía alguien”, y agregar la frase que nos escucharon.


Ahora, si esta frase fue positiva y de agrado habrá de dar un valor agregado a nuestra persona. Pero posiblemente, por situaciones negativas, las cuales pueden crear irritación en nosotros, preferimos unas frases poco elegantes y con un tono negativo, lo cual de algún modo habrá de fijarse en la mente de los que nos oyeron y será el punto de referencia en algún caso hacia nuestra persona que puede perjudicarnos o cerrar oportunidades que nos hubieran favorecido.

Aun las disculpas más elaboradas no podrán asegurar que las cosas estén subsanadas completamente.                       


Con las muchas ocupaciones que uno tiene y con la diversidad de círculos que está frecuentando, debe admitir que difícilmente podrá agradar a las personas con las que en el diario vivir está teniendo trato.


Pero, uno debe tener cuidado porque hay personas más difíciles de complacer, y esto nos obliga a ser más cuidadosos, para no ofender la susceptibilidad de ellas.


Debemos ser muy cuidadosos porque una manera incorrecta en el trato nos va a regresar a las opiniones desfavorables, a menos que hayamos sido cuidadosos en el modo de decir las cosas.


Conocemos personas que siempre tienen en la punta de sus labios alguna disculpa por el modo de ser de ellas o por la manera en la que desenvuelven en la vida. Pero, a pesar de su modo de ser, el círculo de sus relaciones no es amplio porque poco consideran a los que las rodean y están más interesadas en decir las cosas a su modo.


Claro está, esto no es sano, si queremos convivir del modo provechoso e interactuar con la mayor cantidad de personas que habrán de dar provecho a la convivencia.


Si habremos de proyectar un perfil de madurez individual entenderemos que es de suma importancia poder vivir por encima de las ofensas y aprender a decir las cosas con cuidado y cordialidad, de tal manera que los que nos escuchan seguramente habrán de usar nuestra modalidad en su vida diaria, y de esta manera, sin complacer o agredir, podemos comunicar verdades que enriquecen la vida y la convivencia que tanto necesitamos en el conglomerado de hoy.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.