ALEPH
No rendirnos ante la maldad
Hay gente que destruye a un país para erigirse sobre sus ruinas. Gente que le arrebata la dignidad a otra gente; que se roba el dinero destinado a la salud y educación de todo un pueblo; que asesina sin piedad a sus semejantes por una idea y destruye democracias sin arrepentimiento alguno; gente que tortura a niños que mueren de hambre y desnutrición apenas entrando a la vida; que corrompe a jueces y diputados para comprar impunidad y favores; que atenta contra el estado de Derecho y usa la ley para cometer injusticias y actos criminales; que ultraja el cuerpo de una niña o un niño; que no se inmuta ante una masacre, pero asegura defender la vida; gente que se vende por 30 monedas, aunque tenga que traicionar a su mismo Dios.
' ¿Qué es lo que debe morir para que Guatemala viva?
Carolina Escobar Sarti
A eso le llamo maldad, y cuando esa maldad causa sufrimiento a otros, le llamo perversidad. En este momento de la historia de Guatemala, hay un grupo de gente mala, perversa, tratando de robarle el futuro a nuestro país. Siempre ha habido malos arrodillando a pueblos enteros para su beneficio, pero ahora me siento como en una escena de la batalla de Morannon (El señor de los anillos), cuando se da la victoria definitiva de los Pueblos Libres. Y no lo digo desde ninguna altura moral, ni considero maniquea mi visión de mundo. Hablo desde el momento histórico que estamos viviendo y que nos pide respuestas inéditas, distintas, radicales (palabra que deriva de “raíz”), para extirpar la corrupción donde esta ha enraizado.
Hablando desde lo político, vemos que las formas contemporáneas más claras de un Estado “maligno”, son las dictaduras. En Centroamérica sabemos bastante de esto. Hannah Arendt dice que estos Estados totalitarios se fundan sobre la banalidad del mal, que no es sino “un sistema o institución tal que inmuniza a sus miembros contra la realidad de lo que es cometido y contra la inhumanidad de sus códigos, y los vuelve cómplices en su opresión mutua”. Así, esta maldad se alimenta de la ausencia del pensamiento, de la superficialidad y la falta de profundidad, de la obediencia y la pasividad. No la alimentemos más.
En esta Segunda Revolución de Octubre, liderada por diversas expresiones de los pueblos originarios y acompañada por millones de personas de todo el país, se está constantemente produciendo pensamiento, conocimiento, profundidad, diálogo, desobediencia y movimiento ciudadano. Y más, se ha generado esperanza. Por eso, al Pacto de Corruptos, que viene dando un golpe de Estado desde las instituciones del mismo Estado, no le ha gustado nada. Estos asesinos de sueños que nos tienen viviendo esta incertidumbre tienen miedo de perder los privilegios que han tenido por demasiado tiempo, y se resisten a vivir en un país con reglas democráticas. Por eso, en este momento, nos estamos jugando el presente y el futuro de Guatemala. El mal y la perversidad, encarnados en figuras como Giammattei, Porras, Curruchiche, Monterroso y Orellana, entre muchos otros que integran el pacto de corruptos y tienen poder, tienen rostros y nombres.
Estos asesinos de la democracia y sus operadores están sacando del clóset sus eternos fantasmas para tratar de asustar a los incautos: el comunismo, la expropiación de la propiedad privada, la supuesta agenda internacional de la diversidad, el fraude, entre otros. Eso los hace parecer aún más malos, perversos, mentirosos e ignorantes, porque no saben que ya no somos los mismos y que nos quieren asustar con lo que ya no nos asusta.
Hay un orden que debe morir para que otro nazca. Los corruptos deben salir, aunque esto nos cueste aún más sacrificios. ¿O qué hacemos? ¿Nos quedamos con la Guatemala corrupta, violenta y subdesarrollada que conocemos? Es tiempo de no rendirse ante tanta maldad, es tiempo de persistir (o ir al abismo), de negociar, de hacernos la pregunta que, quizás, se hicieron los girondinos y jacobinos en la Francia de la Revolución: ¿qué es lo que debe morir para que Guatemala viva?