CON OTRA MIRADA
Navidad y Año Nuevo, chirmol* de culturas
Navidad y Año Nuevo, son fechas emblemáticas de hechos inconexos, que no ocurrieron en los días que hoy los conmemoramos. Jesús no nació a la medianoche del 24 de diciembre ni el año comienza el 1 de enero.
' Jesús no nació a la medianoche del 24 de diciembre ni el año comienza el 1 de enero.
José María Magaña
Para su magna celebración, la iglesia católica se apropió de la fiesta pagana: natalis solis invicti (festival del nacimiento del sol invicto) que correspondía al solsticio de invierno en el hemisferio norte y que también, ese día, los griegos y romanos adoraban a Febo y a Apolo. Eso sucedió en Roma, el 25 de diciembre de 336. En tanto, el 6 de enero se escogió para celebrar la llegada a Belén de los Reyes Magos, con sus regalos de oro, incienso y mirra. Por su parte, el calendario gregoriano, vigente en occidente desde 1582, reemplazó al calendario juliano, creado por el emperador Julio César en el año 46 a.C. Así pues, por pura conveniencia y tácito acuerdo en la cultura occidental tenemos esas fechas emblemáticas de los últimos ocho días del año convertidos, como en otras culturas, en período de descanso, fiesta, reflexión y renovación.
En la cultura maya el Año Nuevo se celebra cada 26 de julio y tiene tres calendarios: la Cuenta Larga, el Tzolkin y el Haab, éste último al igual que el gregoriano, con 365 días. Existe el día fuera del tiempo, que es el 25 de julio. La ceremonia del Año Nuevo maya es ofrecida a la Madre Tierra para agradecer su generosidad, comprometiéndose a cuidar los recursos naturales, cenotes, selvas, animales y todo lo que nos rodea.
El Año Nuevo chino, denominado Fiesta de la Primavera, es la festividad tradicional más importante del año en el calendario chino, celebrada el 10 de febrero, así como en otros países en el este y el sudeste de Asia.
Rosh Hashaná, Año Nuevo judío, es conmemorado por la mayoría de judíos y noájidas dondequiera que se encuentren, el primero y el segundo día de Tishrei. 2 y 4 de octubre. El nombre, según la Torá, es Yom Terúah.
Para Guatemala, este año (2023) en particular, fue traumático, pues ha sido corolario de innombrables ignominias y bajas pasiones sembradas, desarrolladas y cultivadas a lo largo de los últimos 70 años, por una clase autoproclamada dirigente, dominante y dueña de la gran finca en que convirtió al país. Actitudes calculadas y actuadas fríamente que hasta hace poco dieron el resultado previsto. Sin embargo, en su inconmensurable desprecio, pasó por alto el hartazgo de la población sujeta a la desatención de los servicios más elementales y a ver robar los recursos del Estado con descaro e impunidad.
De ahí que las fiestas de Navidad y Año Nuevo estén empañadas por la incertidumbre, de cara a las fechas del 14 y 15 de enero próximo, cuando las autoridades electas deben tomar posesión de sus cargos. Fechas y obligaciones constitucionales que penden como espada de Damocles sobre la cabeza de las altas autoridades de los Tres Poderes del Estado, pues sus burdas acciones encendieron las alarmas del mundo entero, que hicieron voltear a ver a este pequeño país que, contra todo pronóstico, ha sabido reclamar su derecho a la legalidad y a la democracia. Reclamo hecho con la digna y elegante actitud de los 48 Cantones de Totonicapán que con toda solvencia cívica y moral convocaron al Paro Nacional Indefinido desde el 30 de septiembre, que cobró vigencia el 2 de octubre, y que se mantiene firme hasta el día de hoy.
En lo que cabe, pues, ¡Feliz Año Nuevo!
*Chirmol: mezcla suplementaria de ingredientes que enriquece la gastronomía tradicional