Aleph

Mi lado es la paz

¿Cómo podría derrotar Rusia a la OTAN, si no es con una guerra nuclear?

“Yo no defiendo a Putin. Brasil fue el primer país en criticar a Rusia por la invasión. Lo que yo no hago es tener un lado. Mi lado es la paz. Brasil tiene una posición definida”, dijo el presidente brasileño, Lula Da Silva, en ocasión de la llamada “Cumbre por la Paz” entre Ucrania y Rusia, celebrada en Suiza hace ya varios días, a la que no asistió Putin. Cumbre que, por cierto, terminó entre mucha controversia; muestra de ello es que, de los casi 200 países que podrían haber asistido, fueron solo 92, y de estos, apenas 80 firmaron la declaración final, que no alcanzó ni un acuerdo de continuidad.

¿Cómo podría derrotar Rusia a la OTAN, si no es con una guerra nuclear?

¿Cómo se negocia la paz en una Cumbre a la cual no asiste una de las partes principales del conflicto? No es la Cumbre en sí la que falló, es el poder que ostentan sus convocantes y convocados, muchos de los cuales no terminan de entender que, para negociar la paz en el mundo, lo que hay que lograr primero es el equilibrio entre las potencias que lo gobiernan y, luego, el respeto a los instrumentos internacionales que buscan mantener la paz. Esa incongruencia fue lo que llevó a varios países a no asistir a la Cumbre; no solo no llegó Putin, sino que, mientras la Cumbre se llevaba a cabo, en Gaza no se detenían las masacres. ¿Cómo buscar paz en una región y obviar la guerra que no se detiene en otra?

Con motivo de la sesión de clausura de la Cumbre, Alicia Bárcena, la canciller mexicana, dijo:  “Esta guerra en Europa está representando una amenaza existencial de seguridad para la comunidad global en su conjunto […] México está aquí para reiterar su compromiso de siempre con los principios fundamentales de la Carta de la ONU y el respeto al derecho internacional y a la soberanía e integridad territorial. Estamos en contra de invasiones y agresiones violentas, incluyendo instalaciones diplomáticas. […] No podemos estar hablando de paz, y aquí nos unimos a  Sudáfrica, sin mencionar otras tragedias humanitarias como la que se están llevando a cabo en Gaza. El Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas deben respetarse en todos los casos, de lo contrario podemos acabar en una situación igual a la que el mundo estaba en 1939.”

Pienso en las nuevas generaciones ahora que los tambores de guerra suenan en el viejo continente y el mundo. ¿Cómo legar esperanza en lugar de muerte? ¿Cómo evitar el horror? ¿Cómo desear la paz en un mundo tan lleno de odios? Después de la Primera Guerra Mundial, hubo dos décadas de relativa paz en el mundo entre 1919 y 1930; sin embargo, durante ese tiempo, se incubó y llevó al poder a un monstruo de mil cabezas llamado nazismo, que se quitó la máscara en 1939, cuando surge una Segunda Guerra en el mundo. Viendo las próximas elecciones en el Norte, solo cabe desear que no nos estemos moviendo en esa dirección y recordar que, ante la derrota de Japón y Alemania, hubo una Rusia que triunfó en 1945.  

Subyacen a este tipo de conflictos, los intereses económicos y políticos, así como la lucha por los recursos que se traducen en estrategias de sobrevivencia y liderazgo de las potencias en cuestión. Fraguar una guerra nuclear o una más tradicional y localizada por aire, mar y tierra requiere de alianzas con países en puntos clave de todo el mundo; defender las reservas de uranio en África o de gas en otros territorios, que sirven para producir energía eléctrica, calefacción u otras actividades comerciales e industriales de las diversas potencias, son apenas la punta del iceberg.

El equilibrio está roto. Putin no fue a la cumbre y puso sus cartas sobre la mesa, pidiendo la neutralidad de Ucrania y los territorios incorporados. Como era de esperarse, Occidente dijo no. ¿Cómo podría derrotar Rusia a la OTAN, si no es con una guerra nuclear? ¿Conviene, entonces, congelar el conflicto?  Mi lado también es el lado de la paz.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.