Pluma invitada
Me encanta Joe Biden. Pero necesitamos un nuevo candidato
Es la opinión de todos los senadores y congresistas y gobernadores con quienes he hablado.
Toda mi vida he sido demócrata; no me disculpo por eso. Estoy orgulloso de lo que mi partido representa y defiende. Como parte de mi participación en el proceso democrático, y en apoyo al candidato que he elegido, he dirigido algunas de las mayores recaudaciones de fondos de la historia de mi partido. Barack Obama en 2012. Hillary Clinton en 2016. Joe Biden en 2020. El mes pasado colaboré en la organización la mayor recaudación de fondos en apoyo de un candidato demócrata de la historia, para la reelección del presidente Biden. Digo todo esto solo para expresar lo mucho que creo en este proceso y lo importante que creo que es este momento.
Me encanta Joe Biden. Como senador. Como vicepresidente y como presidente. Lo considero un amigo y creo en él. Creo en su carácter. Creo en su moral. En los últimos cuatro años, ha ganado muchas de las batallas a las que se ha enfrentado.
Pero la única batalla que no puede ganar es la lucha contra el tiempo. Ninguno de nosotros puede. Es devastador decirlo, pero el Joe Biden con el que estuve hace tres semanas en la recaudación de fondos no era el Joe Biden de 2010. Ni siquiera era el Joe Biden de 2020. Era el mismo hombre que vimos en el debate.
¿Estaba cansado? Sí. ¿Resfriado? Tal vez. Pero los líderes de nuestro partido tienen que dejar de decirnos que 51 millones de personas no vieron lo que acabamos de ver. Estamos tan aterrorizados ante la perspectiva de un segundo mandato de Trump que hemos decidido ignorar todas las señales de advertencia. La entrevista de George Stephanopoulos solo reforzó lo que vimos la semana anterior. Como demócratas, contenemos colectivamente la respiración o bajamos el volumen cada vez que vemos al presidente, a quien respetamos, bajar del Air Force One o acercarse a un micrófono para responder a una pregunta no programada.
¿Es justo señalar estas cosas? Tiene que serlo. Se trata de la edad. Nada más. Pero tampoco es algo que pueda revertirse. No vamos a ganar en noviembre con este presidente. Además, no ganaremos la Cámara de Representantes y perderemos el Senado. Esta no solo es mi opinión; es la opinión de todos los senadores y congresistas y gobernadores con quienes he hablado en privado. Todos y cada uno, independientemente de lo que digan en público.
Joe Biden es un héroe: salvó la democracia en 2020. Necesitamos que lo vuelva a hacer en 2024.
Nos encanta hablar de cómo el Partido Republicano ha cedido todo el poder, y todos los rasgos que lo hicieron tan formidable con Ronald Reagan y George H. W. Bush, a una sola persona que pretende aferrarse a la presidencia y, sin embargo, la mayoría de nuestros congresistas están prefiriendo esperar a ver si se rompe la presa. Pero la presa ya se rompió. Podemos evadir la realidad y rezar por un milagro en noviembre, o podemos decir la verdad.
Es poco sincero, en el mejor de los casos, argumentar que los demócratas ya se han pronunciado con su voto y que, por lo tanto, la nominación está decidida y lista, cuando acabamos de recibir información nueva y perturbadora. Todos pensamos que los republicanos deberían abandonar a su candidato ahora que ha sido condenado por 34 delitos graves. Esa información también es nueva y perturbadora. Los principales demócratas —Chuck Schumer, Hakeem Jeffries, Nancy Pelosi— y los senadores, representantes y otros candidatos que se enfrentan a la derrota en noviembre deben pedirle a este presidente que se aparte voluntariamente.
Todas las historias de terror que nos están contando sobre lo que ocurriría a continuación simplemente no son ciertas. Con toda probabilidad, el dinero de las arcas de Biden-Harris podría destinarse a ayudar a elegir la fórmula presidencial y a otros demócratas. La persona elegida no se quedaría fuera de las papeletas en Ohio. Los demócratas tenemos una banca muy interesante. No ungimos líderes ni caemos rendidos ante un culto a la personalidad; votamos por un presidente. Podemos visualizar fácilmente un grupo de varios demócratas fuertes que den un paso al frente y nos digan por qué están mejor calificados para liderar este país y enfrentarse a algunas de las tendencias profundamente preocupantes que estamos viendo en esa gira de venganza que Donald Trump llama campaña presidencial.
Escuchemos a Wes Moore, Kamala Harris, Gretchen Whitmer, Gavin Newsom, Andy Beshear y J.B. Pritzker y otros. Acordemos que los candidatos no se ataquen entre sí sino que, en el poco tiempo que tenemos, se centren en lo que hará que este país se eleve. Entonces podríamos ir a la convención demócrata del mes que viene y resolverlo.
¿Sería complicado? Sí. La democracia es complicada. Pero ¿animaría a nuestro partido y despertaría a votantes que, mucho antes del debate de junio, ya se habían dado por vencidos? Seguro que sí. La corta rampa hasta el día de las elecciones sería un beneficio para nosotros, no un peligro. Nos daría la oportunidad de mostrar el futuro sin tanta investigación de la oposición y la campaña negativa que conllevan estas temporadas electorales ridículamente largas y costosas. Este puede ser un momento emocionante para la democracia, como acabamos de ver con los cerca de 200 candidatos franceses que se hicieron a un lado y dejaron en pausa sus ambiciones personales para salvar a su democracia de la extrema derecha.
Joe Biden es un héroe: salvó la democracia en 2020. Necesitamos que lo vuelva a hacer en 2024.
*Actor, director y productor de cine.
c.2024 The New York Times Company