Liberal sin neo
Más allá del alegrón
Se han sacado algunos objetos que brillan y llaman la atención.
Hace un año, el partido de gobierno hubiera visto como ganancia aumentar su número de diputados en el Congreso y ganar una cantidad decente de alcaldías, que le permitirían crecer y posicionarse para aspirar a cosas mayores en el futuro. El hastío con más de lo mismo, las metidas de pata del TSE y la fortuna le sonrieron para alcanzar el gran premio, sin contar con mayor preparación y planes más allá de los aspiracionales.
Lo que marcan los cien días es la conclusión de la luna de miel.
Un centenar de días es poco tiempo para cambiar de dirección y menos para conseguir resultados significativos, pero alcanza para un cambio de tono y percepción. Al menos el presidente despliega cierto porte de dignidad sin provocar pena ajena cada vez que habla, como era el caso del penúltimo. De momento no ha llegado al punto en que sus discursos rimbombantes contrastan tanto con sus obras y falta de ellas, que no se cree una sola palabra, como el caso del último & Cía. Ltda. La embajada que ya no queda en la Avenida de La Reforma está enamorada, la bandera de Guatemala podrá ondear en las próximas olimpiadas, la calificación de la deuda de Guatemala subió de BB estable a BB positiva y los organismos multilaterales sonríen. Cambio de tono hay, especialmente en el foro internacional, que es lo que podría esperarse de un jefe de Estado con experiencia diplomática y genes de la primavera; falta ver si el alegrón será más que llamarada de tusa.
Todavía está en la etapa en que los males y pecados pueden adjudicarse al gobierno anterior y predecesores. Ha bastado con señalar el robo, despilfarro e ineptitud que se encontró; esa cuerda se acaba pronto. Cuando cambian los jefes es propio denunciar a los ratones que hacen hoyos en los colchones, sin perturbar el camión estacionado afuera que se está llevando todos los muebles. Las organizaciones rapaces que saquean los diversos sistemas de gobierno son animales de otro calibre que darían una guerra literalmente a muerte; no se ha visto aún si este gobierno tendrá la voluntad y capacidad para librarla. Acciones que fueran más allá de decir “vamos a combatir la corrupción” y conformar otra comisión, provocaría pasar por mucho dolor y lágrimas antes de sentirse mejor.
Se han sacado algunos objetos que brillan y llaman la atención, pero no abordan problemas de importancia ni empoderan potencial económico y social. El sueldo de ministros y funcionarios es irrelevante. Es mejor tener un equipo de ejecutivos altamente competentes, bien pagados y con alto costo de oportunidad, que un equipo de funcionarios que ven el sueldo y dietas de un puesto público como una sustancial mejora de su fortuna. Leyes de competencia o protección del consumidor, alargar la lista de derechos de uno u otro grupo no producirán milagro alguno. El viejo truco populista de que las empresas más productivas y eficientes del país son de alguna manera el enemigo, es receta segura para inhibir la inversión y abrir puertas a destinos empobrecedores. El enemigo es el delito, la corrupción y la incapacidad, no la producción. Una consulta popular para remover a la fiscal general es un brillante objeto distractor.
Vienen tiempos de cólera; debilidad política en un congreso de tribus divididas cuyo lenguaje común son los negocios, la elección de CSJ, la hostilidad con el MP, carteles, gavillas, los aparatos paralelos que tienen copada la institucionalidad y la hemorragia de población. Lo que marca los cien días es la conclusión de la luna de miel. Con respecto al Gobierno, el error es tan peligroso como el mal. Hay que combatir al enemigo, no inventarlo para promover agendas ideológicas populistas.