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Más allá de nuestra ventana, hay guerra
¿Es el poder la variable que nos hace menos humanos y más cómplices?
Desde hace un año, Israel lleva a cabo un genocidio en Palestina que ha dejado 42 mil personas asesinadas, entre ellas 17 mil niñas y niños; más de 96,359 personas han resultado heridas en esa jornada de la muerte. Todo, luego del ataque de Hamás a Israel, el 7 de octubre de 2023, que dejó aproximadamente 1,200 personas muertas. Rusia y Ucrania se acercan a los 1000 días de guerra, tras interminables ataques mutuos y noches de intercambio de drones que, a control remoto, acercan la muerte a la población civil mientras destruyen aviones, arsenales y terminales petroleras del país enemigo.
¿Es el poder la variable que nos hace menos humanos y más cómplices?
Por otra parte, en amplias zonas del territorio libanés estallan las bombas enviadas por Israel desde hace dos semanas. Irán amenaza con un apocalipsis nuclear a raíz de los ataques de Israel en su territorio. Ali Khamenei, el líder iraní, dijo el último viernes que “la resistencia en la región no retrocederá, incluso con el asesinato de sus líderes”. Netanyahu, con tantos frentes abiertos, dice que su país está cambiando “el equilibrio de poder” en la región. Y el mundo apenas habla de lo que sucede en África Oriental, estratégica para la seguridad y el comercio internacionales, donde la guerra en Sudán y la República Democrática del Congo ya ha tenido consecuencias que afectan profundamente a millones de personas, y Etiopía mantiene la presión sobre Somalia para obtener, por la fuerza o por la vía de la negociación, una salida al mar.
Según el Dr. Patricio Rivas, hasta lo de Ucrania o lo de Gaza “se afirmaba que las guerras entre países venían disminuyendo desde 1946 y que en su lugar se amplificaban los conflictos internos liberados entre agentes no estatales (milicias políticas, grupos delictivos o terroristas internacionales), en territorios en los que predominaba la pobreza y la ausencia de instituciones estatales sólidas. Sin embargo, desde febrero de 2022 este panorama ha cambiado, vivimos en la actualidad el mayor número de conflictos internacionales desde el término de la II Guerra Mundial. A su vez, la prolongación de la Guerra de Ucrania y la dimensión del conflicto, cuya escalada pone en riesgo al mundo, no solo ha hecho descender el nivel de paz a escala global, sino que constituye una amenaza para la preservación de la especie humana”.
La acción de la comunidad internacional frente a tanto horror ha sido tardía, políticamente comprometida y humanamente insuficiente. La emergencia humanitaria es enorme, se amplían los focos del conflicto y los centros de poder hegemónico se están moviendo de lugar. El planeta está seriamente amenazado. “Hay grupos de poder que postulan la idea de que esta conflagración no es tan dramática, inclusive si en el conflicto ingresan directamente otros países o coaliciones. Grave equivocación, de ocurrir esto se intensificaría el exterminio de miles de personas, los riesgos para el planeta, sin obviar que una guerra a gran escala perturbaría las economías de las distintas regiones del mundo ocasionando un incremento de la pobreza y extrema pobreza”, dice Rivas.
¿Por qué los diferentes gobiernos del mundo, tanto las potencias como el resto de gobiernos del mundo, no promueven un alto al fuego en lugar de atizarlo más? ¿Eso no se llama corresponsabilidad? ¿Es el poder la variable que nos hace menos humanos y más cómplices? Cada voz cuenta. Este llamado se suma a otros por la paz internacional. “Hay que presionar a los gobiernos para que pongan fin a la guerra y la aniquilación, singularmente de la población civil”, señala Rivas. Y concluye: “Aún es posible tejer la paz y propiciar el diálogo de acuerdos básicos. Es la vida la que está en riesgo, son las conquistas civilizatorias de siglos las que se ponen en duda con la guerra”.