Catalejo

Maduro, dictador y despiadado, nunca acatará leyes o sanciones

Maduro no acepta presiones o leyes, y cumple la promesa de derramar sangre si las elecciones no lo favorecían.

Han pasado once días desde las elecciones en Venezuela, y se confirmó el rechazo mayoritario pero no desconocido porque Nicolás Maduro es un dictador declarado dispuesto a no salir por ningún método legal o presión foránea de la dinastía heredada de Hugo Chávez hace once años y pensar como “el Estado soy yo y mis compinches”. En 2018 el ausentismo fue el mayor de la historia venezolana, lo contrario a ahora, y cuando el resultado era abrumador en su contra, comenzó a cumplir su promesa de llenar las calles de sangre, como lo prueban los desarmados ciudadanos asesinados por sátrapas de las fuerzas represivas o por sicarios obtenidos de la parte con más pobreza de la población, donde tiene apoyo. No se volvió dictador, se descaró.

Maduro no acepta presiones o leyes, y cumple la promesa de derramar sangre si las elecciones no lo favorecían.

Por la gravedad de los hechos, hasta complacientes presidentes de la izquierda extrema o moderada europea y latinoamericana  han desconocido los resultados, entre ellos Guatemala, pero destacan Chile y Colombia, por la afiliación de sus presidentes, y los derechistas están unidos con Estados Unidos y la Unión Europea. La Historia permite conocer  cómo han terminado las dictaduras, sin decir nombres, por innecesario. La dama de la guadaña y manto negro se los llevó por haber terminado su vida. Otros fueron “ayudados a bien morir” ya sea sutilmente con el envenenamiento o con violencia, como hace algunos siglos, y luego las armas de fuego. Hay al menos un caso de linchamiento o suicidio, pero ninguno por presión o por la ley.

Tomando en cuenta esta realidad, la ilusión de sacarlos por la vía de las elecciones equivale a pactar con un lobo porque este asegura su conversión a herbívoro. Maduro prometió una elección y lo hizo, pero su respeto dependía de serle favorable, de lo cual estaba seguro al haber eliminado de la contienda a Corina Machado y su revolución sin armas ni presiones, por lo cual logró millones de simpatizantes y el triunfo de Emundo González, escogido a toda prisa, a quien algunos países consideran ganador.  No veo exitosa la presión foránea, sobre todo oral y práctica de Estados Unidos, con todo y el portaviones, ni los durísimos discursos de la OEA. Pero por el lenguaje corporal, la expresión de su cara, aunque aún grite populistamente, tirano, se evidencia su temor, reflejado en las fotos y videos de las multitudes venezolanas en casi todo el país.  

Entre las izquierdas y las derechas, locales y mundiales, las primeras ya exigen la entrega de las papeletas. En América Latina, la excepción de los gobernantes comunistas de Cuba, Nicaragua y Colombia. De los de izquierda moderada, ya Chile y Brasil se salieron del grupo de admiradores pero no han condenado a Maduro.  México ha guardado un lamentable silencio y aún  no se sabe cómo actuará la presidenta electa Claudia Sheinbaum. La derecha en general ha asumido una actitud parecida en cuanto a creer en la aplicación ciega de su ideología y se niega a aceptar su gran parte de responsabilidad, porque tanto Chávez como su heredero  no son causas de la tragedia, sin efectos de viejas acciones político-económicas  causantes de cambios violentos.

Lo ocurrido en el mundo occidental cada vez se interrelaciona más, sobre todo en lo electoral, y ha disminuido la confianza en los resultados oficiales de los comicios. En este caso se está perdiendo la ilusión de quienes se hunden en las utopías ideológicas químicamente puras, lo cual garantiza su fracaso. Un cambio en Venezuela solo puede ser resultado de intervenciones internacionales directas, no diplomáticas ni de instituciones supranacionales como la ONU, la OEA y otras.  La inhumana idea es borrar la rebelión de los votos a causa del temor por más matanza. Si la población explota por masacre, provocará manifestaciones generales suicidas y con ello se acercará el posible final de la dictadura por rebeliones internas como de militares. El predecible futuro solo será  uno.

ESCRITO POR:
Mario Antonio Sandoval
Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.