Rincón de Petul

Los últimos libros de aquel revolucionario

Los revolucionarios se nos van, pero sus principios nos trascienden.

Sigue presente en mi memoria cuando papá, más joven, llegaba a la casa de regreso de la Filgua anual. Ya estacionado, se bajaba de un su modesto Datsuncito color beige, cargado de una torre con sus nuevas adquisiciones que se sumaban a la ya faraónica biblioteca. No es que recuerde una escena exacta, pero seguro puedo estar de que los libros ingresaban de alguna forma escondidos de los ojos de mamá. Para papá, la ambición jamás pasó por los carros, ni las propiedades, ni por la ropa, ni cosa parecida. Como ya de viejo dijo, cuando las circunstancias de su viudez lo llevaron a mudar: “con que tenga una cama y donde poner mis libros, soy feliz”. Sin exagerar, los libros, más que solo objetos de lectura, le fueron compañeros de vida. Por eso, en este año que ya se veía su salud precipitarse, me animé a llevarlo a lo que fue su última Filgua. Una silla de ruedas cargó su alma noble cuyos ojos, como niño, se iluminaron cuando entraron al gran salón.

Los revolucionarios se nos van, pero sus principios nos trascienden.

De siete tomos fue su última colecta. A su consciencia, plena aún, apenas empezaba a visitarla un manto nebuloso que después solo creció. Pero ese día él estuvo presente como antes. Con el hambre de lectura, como el joven que descendía del Datsuncito beige, cargado de una torre exagerada y que buscaba caminos para entrarlos a la casa de maneras clandestinas. En la feria, en cada local, con curiosidad, sus ojos se miraron abrazar al horizonte títulos y portadas. Y cual goloso en plena tienda de pasteles, a su mirada no le alcanzaba el tiempo para examinar semejante bibliofílico festín. Al fin escogió siete que más quiso: Los tres que lanzó Pérez de Antón, que se sumaron a su colección de esa pluma exquisita. Pero ya no los pudo leer. Uno gordo de antropología, cuya compra -viéndolo en retrospectiva- fue ambiciosa. Tampoco lo pudo leer. Uno que ahora olvido. Y, por último, dos que lo emocionaron, por lo que le significaban. Él era un revolucionario.

Este día que Guatemala conmemora 80 años de su gran revolución, pienso de forma especial en esos dos libros adquiridos por papá: Los discursos desde una Guatemala inconclusa, los de Arévalo, y los de Árbenz. Cuando llegamos de regreso de la Filgua, su cuerpo venía agotado. El trajín fue demasiado, y ni enterado estaba aún de que el Covid lo había contagiado. Esa enfermedad la sobrevivió, y aún le quedaron fuerzas, dijo él, para devorarlos. Fue, creo, su último deleite de lectura, revisitar los mensajes de esos dos personajes, a quienes admiró, y en el caso del último -pensaría yo- incluso idolatró. Esa leal afinidad con la obra de la revolución la tradujo en vida en su propio trabajo. Para con Arévalo, con su participación en la comisión presidencial que se armó para investigar los experimentos humanos sucedidos en el país entre 1946 y el 48. Personalmente tomó responsabilidad de esclarecer al presidente de lo que detractores afanadamente le acusan.

Ahora papá no está, y en familia intentamos encontrar respuestas. ¿Por qué -por ejemplo- su afiliación fue tanto más hacia Árbenz que hacia otros revolucionarios? ¿Sería por su participación activa en derrocar un régimen que representó tanto de lo que aborreció: el autoritarismo, lo inequitativo, lo irreflexivo y dictatorial…? ¿O sería porque, si bien Arévalo ejecutó lo decretado por la junta revolucionaria, papá sintió especial conexión por lo que Árbenz tocó: el problema económico nacional y la desigualdad contra el campesino y el indígena? Preguntas que no logro responder. Pero hoy recuerdo huellas que mi padre trabajó para perpetuar lo que hoy conmemoramos: La Trilogía Documental Árbenz (película y libro USAC), y su rol en repatriar los restos del Coronel de la Primavera. Papá nos dejó hace dos semanas. Los revolucionarios se nos van, pero sus principios nos trascienden. Providencial fue que esos dos hayan sido los últimos libros que logró gozar.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.