MIRAMUNDO
Los falsos profetas
Se entiende por profecía, conforme el Diccionario, “Don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras”; también significa “Don sobrenatural para pronunciar
oráculos en nombre y por inspiración de Dios”.
Profetas existen en todas las religiones. Basta recordar el dogma musulmán “Alá es Dios, y Mahoma su profeta”. Para los cristianos, los profetas del Antiguo Testamento nos predijeron la venida, vida y pasión de Cristo, además, a partir del Nuevo Testamento, Jesús se manifiesta como profeta, sacerdote y rey. Los budistas, por su parte, consideran a Buda como el profeta y abundan otras similitudes.
En otras religiones y en otras culturas el profeta fue parte de la vida social, se recoge por la literatura la existencia de profetas vikingos, celtas, romanos, mayas, aztecas y pieles rojas, y así es como nosotros los humanos hemos tejido una cultura en donde consideramos a algunas personas como mensajeros divinos.
Ahora, en Semana Santa y partiendo de un arraigo cultural con una fuente cristiana, tanto desde el punto de vista teológico como desde el punto de vista del laicismo, debemos prepararnos y saber que existen los falsos profetas. Si somos creyentes, sabremos que la Biblia nos advierte en varios pasajes sobre los falsos profetas, pero también en nuestra vida social y fuera del marco cristiano existen quienes pretenden profetizar y son unos grandes farsantes.
' ¿En nombre de Dios se han cometido grandes crímenes y los cristianos —de todas las denominaciones— llevamos buena parte de culpa.
Alejandro Balsells Conde
La demagogia y el populismo ahora, en plena campaña electoral, abre grandes puertas para que algunos personajes, netamente inescrupulosos, mezclen sus mensajes políticos con encargos religiosos con el único objeto de conseguir adeptos para sus causas. Es fundamental para quienes creemos en la construcción de una sociedad en paz que los mensajes políticos se distancien de la religión y existan solo dentro de la política partidista, porque, de lo contrario, estaremos abriendo zanjas muy complejas que posibilitan más violencia, más fragmentación y más diferencias sociales.
Una cosa es la tradición y otra cosa la fe. Si bien muchos pueden vivir estos tiempos conforme tradiciones personales o familiares, los cristianos no podemos perder de vista cómo la Semana Santa es un momento sobre el cual debemos adentrarnos en nuestra fe y conocerla, porque, por ejemplo para los católicos, una fe sin obras no es fe verdadera.
En Guatemala, algunos políticos tienen la obligación de crear enemigos imaginarios porque solo así pueden vender sus ideas de odio y división. Poco les importa, si hablamos de religión, que deben tolerarse los distintos credos, y si hablamos de política, que toda ideología tiene el derecho de expresarse dentro de una democracia; por el contrario, tal como hemos vivido, sobre todo, en los dos últimos gobiernos el engaño, la mojigatería, las acciones en contra de la vida y la libertad, pero sobre todo la constante política pública de propaganda alejada de los hechos, en un contexto donde la educación y la salud son un lujo resulta sumamente complicado porque hasta encontramos que en nombre de Dios se propone instaurar de nuevo la pena de muerte en un contexto donde la independencia judicial, el respeto a la dignidad del juez, pero, sobre todo, el Organismo Judicial sufre su más severa crisis de legitimidad y abuso por parte de quienes, en un momento histórico, fueron encargados de dirigirlo.
En nombre de Dios se han cometido grandes crímenes y los cristianos —de todas las denominaciones— llevamos buena parte de culpa en pretender dividir en vez de construir, por eso ahora, en esta Semana Santa, seamos o no creyentes, rechacemos a quienes buscan por medio de mensajes divinos encarnarse como verdaderos profetas, porque en realidad no son más que vividores de tragedias y divisiones.