Reflexiones sobre el deber ser
Lo que viene
No podemos permanecer de brazos cruzados.
El gobierno de los EE.UU., presidido por Donald Trump, que se iniciará el 20 de enero de 2025, tal como se anunció durante la campaña electoral, adoptará políticas importantes, algunas de las cuales nos afectarán directamente.
No podemos permanecer de brazos cruzados.
Sin duda, la cuestión migratoria será abordada con especial esmero. En los mítines del presidente electo, se prometió la deportación masiva de inmigrantes, extremo que, posteriormente, se convirtió en un contundente mandato del electorado. En todo caso, se espera que los primeros deportados sean los inmigrantes en conflicto con la ley y quienes tienen órdenes de deportación sin ejecutar. Con este objetivo, el presidente podría emitir órdenes ejecutivas.
También se ha anunciado la deportación de inmigrantes que ingresaron al territorio estadounidense de manera ilegal (indocumentados). Al efecto, se instalarán campamentos de inmigrantes. Además, existe la posibilidad de que se revoquen visas o permisos temporales de trabajo, académicos y protectores (TPS, DACA, PAROLE), residencias e, incluso, que se desnacionalicen inmigrantes y sus cónyuges, hijos y parientes Por supuesto, las autoridades ponderarán el posible impacto negativo de estas decisiones en la economía y el mercado de trabajo.
Por otro lado, está sobre la mesa la ralentización o gravamen de las remesas familiares (envíos de dineros de inmigrantes), que este año alcanzarán los USD 22 millardos (70% de las exportaciones), así como la cancelación de amparos a refugiados o exiliados (pobres, despojados de su nacionalidad, perseguidos políticos) provenientes de Venezuela, Cuba, Haití y Nicaragua, entre otros. Por cierto, algunos gobiernos opresivos son renuentes a aceptar la repatriación.
Algunos creen que la retórica antinmigrante durante la campaña no se materializará, a pesar de que los funcionarios designados están siendo categóricos en el sentido de que adecuarán la base legal respectiva y contarán con los recursos económicos y humanos, y la logística que se requiera; y que, incluso, la autoridad migratoria podría incursionar en las “ciudades santuario”, donde se protege a los inmigrantes, a detenerlos y expulsarlos.
Otra cuestión prioritaria será la seguridad nacional de los EE.UU. De plano, se formulará e implementará una nueva estrategia de seguridad regional, tendente a combatir la delincuencia organizada transnacional y las mafiocracias instaladas en los países, que saquean las arcas estatales en menoscabo de la institucionalidad y los servicios públicos (educación, salud, nutrición, seguridad social, infraestructura), así como la remoción de obstáculos a la economía de mercado, entre ellos la ineficacia del sistema de justicia, a fin de incentivar la atracción de inversiones productivas, la innovación tecnológica y la creación de empleo.
El proteccionismo (barreras arancelarias y no arancelarias) y la reciprocidad también serán herramientas del gobierno de Trump, a fin de fortalecer el mercado doméstico, lo que, en teoría, reducirá la inflación y generará puestos de trabajo. Asimismo, las obligaciones contraídas por los estados serán exigibles, bajo pena de sanciones. También se anticipa la renegociación de tratados de libre comercio.
Como podrá advertirse, el gobierno y las élites de nuestro país no pueden quedarse de brazos cruzados ante estos desafíos. Un análisis de riesgos y oportunidades es imperativo, al igual que el diseño de una estrategia integral, debidamente consensuada y financiada, así como una política exterior audaz y pertinente, orientada hacia una cooperación inteligente. Para luego es tarde.