Lo que otros piensan de mí no debe limitarme
No deberíamos limitar nuestros sueños sobre lo que otros opinan de nuestra capacidad.
“Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinan de ti”. Séneca
En esta vida que nos toca vivir, tenemos la responsabilidad de estar bien conscientes de lo que son nuestras fortalezas y también nuestras debilidades, para que cuando estamos planificando nuestro futuro y cultivando nuestros sueños, podamos con toda claridad alcanzar las metas que nos estamos trazando. Seguramente esto nos evitará tener frustraciones, las cuales deben ser evitadas con toda determinación.
Sin lugar a duda, no podemos ignorar ni despreciar lo que otros piensan de nosotros, pero la información debe ser una referencia y nunca un parámetro para nuestra vida. Cuando nos comportamos sabiamente, evitamos estar corrigiendo la opinión de terceros, pero sí deberíamos ocuparnos en un sano análisis de lo que somos, no para que nos conformemos con ello, sino para corregir aquello que está de nuestra parte para que la superación sea algo real y constante en el andar de la vida.
Es natural, cuando se quiere convivir sanamente, contar con la opinión de los que están con uno y saber escucharlos, no para simplemente someternos a la opinión, sino para evaluar lo que se nos dice y poder tomar decisiones que sean las más apropiadas.
Nunca habrá mayor pobreza que aquella que no escucha lo que piensan de uno y especialmente de aquellos que buscan nuestro bien y nos hacen comentarios para que podamos mejorar y lograr más por el simple hecho que nuestra capacidad lo permite.
Nuestra identidad se verá afectada si nos dejamos llevar por los conceptos que otros expresen.
El inicio de una buena autoevaluación está en saber pararse delante del espejo y antes de hacer cambios o mejoras aceptar lo que en ese momento somos y luego trazar la meta de lo que queremos proyectar. Sin lugar a duda, habría cosas que jamás podríamos cambiar y que habremos de vivir con ellas toda la vida, cosas como la estatura o la familia a la que pertenecemos. Pero las cosas que se pueden cambiar las habremos de trabajar una a la vez y de ese modo mejorar nuestro modo de ser y nuestro modo de parecer.
Cuando reconocemos que es imposible aislarnos de la sociedad a la que pertenecemos, deberíamos aprender a como convivir armónicamente aceptando lo que se nos dice y entender que ellos pueden vernos de un modo muy distinto al que nosotros nos vemos a nosotros mismos. Por ello debemos buscar un punto de equilibrio, el cual nos permita ser lo que somos, pero que también podemos crecer y mejorar logrando la debida aceptación en el medio en que nos encontramos.
Cuando uno ha aprendido a manejar esta realidad y por alguna razón nos toca cambiar y convivir en otro contexto, con mayor facilidad habremos de adaptarnos para que no se nos vea como extraños.
El mejor ejemplo es el de aquellos que por alguna razón han tenido que viajar a otro país, pero siguen viviendo como que estuvieran en su tierra, sea en aprender el idioma de ese lugar o saber que los platillos favoritos de su tierra no son comunes allí. Eso no implica que los olvide, pero entender que no será parte del diario vivir.
Evidentemente, la vida nos va exigiendo cambios y capacidad de adaptación, primeramente, porque el tiempo transcurre y las circunstancias cambian y debemos saber vivir el hoy y no quedarnos en un pasado que no nos permite ser útiles en el presente y con el que nos toca convivir.