Los guatemaltecos estamos en una incómoda bifurcación y tenemos frente a nosotros dos caminos. Llegó el momento de decidir individual y colectivamente “a dónde queremos llevar a Guatemala”.

Por un lado está la oportunidad de trabajar en transformar nuestro destino y construir el país próspero que hemos soñado. Por el otro lado, la pesadilla del conformismo que nos trajo a esta crisis. Pero esta opción amenaza lo que nos queda de democracia y trae implícito un derrumbe económico, social, educativo y ambiental que nos arrastraría a todos.

Elegir conscientemente es un acto de poder que hoy inevitablemente estamos llamados a hacer. A largo plazo esa decisión o indecisión tendrá consecuencias y costos directos en nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos.

¿Cómo estaría hoy Venezuela si los venezolanos hubieran defendido sus derechos cuando tenían democracia para hacerlo? ¿Cómo estaría Nicaragua de no haberse tolerado los primeros abusos de un grupúsculo corrupto e intolerante? Sectores nicaragüenses siguieron haciendo negocios, felizmente acomodados, indiferentes a los reclamos ciudadanos, hasta que también fueron echados, incluso de su propio país. Ambos países han sido encadenados por grupos extremistas porque los ciudadanos no quisieron alzar la voz. Cuando se dieron cuenta, era demasiado tarde. El silencio y la indiferencia son peligrosas apuestas que se pierden y los costos son inimaginables.

Guatemala está en un momento de crisis. Pero toda crisis trae una oportunidad y una pregunta fundamental: ¿cómo la aprovechamos para construir el país que queremos? La respuesta parece sencilla: Trabajando juntos. Parece sencilla pero no lo es porque implica la integración de dos cosas fundamentales: el esfuerzo personal y el colectivo.

Trabajar dentro de este contexto significa ejercer nuestro rol de ciudadanos de forma activa y continua a lo largo de los próximos cuatro, 10, 20 años. Tenemos que aclarar el destino común adonde queremos ir. Es simple pero requiere claridad, esfuerzo, disciplina y acuerdos que se respeten.

“Juntos”. Hacerlo juntos es la parte más difícil de esta oportunidad, particularmente porque nadie nos enseñó y se nos fomentó el individualismo. Ahora nos toca desaprender y reaprender rápidamente. Los retos de Guatemala son tan complejos que la única forma de vencerlos es unidos. Ello implica trabajar con quienes piensan similar a nosotros, pero también con quienes piensan y viven de maneras distintas.

Se debe trabajar con quienes nos gusta, pero también con quienes creemos que no nos gustan. Implica conocer y aportar a sectores distintos, en lo económico, lo geográfico, lo laboral, lo ambiental y lo cultural. Urge esa unión, porque quienes se queden afuera generalmente se vuelven detractores, y no hay tiempo para más divisiones.

Ciudadanos trabajando junto al sector privado es esencial. Para generar verdaderas riquezas y bienestar se requiere que la ciudadanía y el sector privado trabajen juntos, alineadamente con la cooperación internacional, fundaciones, grupos comunitarios, migrantes y, por supuesto, acompañando al sector público para enfocar su gestión en crear y mejorar servicios básicos en todo el país. Trabajar juntos es la única forma de construir un país de verdad, democrático, enfocado en generar oportunidades y calidad de vida para todos sus habitantes.

Yo estoy dispuesto y listo para hacerlo. Mi familia y empresa también están sintonizadas en la necesidad de aprovechar esta oportunidad. Ya hemos superado muchos de nuestros prejuicios y seguiremos derribando barreras porque nuestros sueños comunes son mucho más grandes que nuestras diferencias. Es ahora o nunca.