CON OTRA MIRADA
Llamado al Consejo Protector de La Antigua
Retomo parte del título del artículo anterior, cedido al ingeniero Carlos Polo, como pretexto para comentar sobre el deterioro de los monumentos de La Antigua Guatemala, causado por la intervención oficial.
La ley protectora de La Antigua (1969) creó el Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala (CNPAG), como consecuencia de tres hechos: 1. El abandono de Santiago de Guatemala (1773) al quedar en ruinas la hizo ser conocida como la antigua Guatemala; se repobló hacia 1860, cuando se introdujo el cultivo del café como producto de exportación. Santiago abarcó un amplio territorio en el que subsisten monumentos y vestigios de ruinas conservadas, por lo que la ley obliga a los alcaldes de La Antigua Guatemala, Ciudad Vieja, Pastores y Jocotenango a velar por su cumplimiento. 2. Su deterioro empezó a mediados del S.XX, con el cambio de uso del suelo, cuando algunos dueños de casas cedieron espacios para locales comerciales, hecho que alteró el paisaje arquitectónico: las ventanas se convirtieron en puertas y la propaganda de productos pintada en las fachadas turbó la hegemonía visual y cromática del conjunto. 3. Emisión de la Carta de Venecia (1964), llamada Carta Internacional del Restauro, cuyas consideraciones fueron adoptadas en la Exposición de Motivos de la Ley Protectora.
' Que el valor del conjunto urbano-arquitectónico radica en que se trata de ruinas conservadas.
José María Magaña Juárez
La misión fundamental del CNPAG es el cuidado, protección, restauración y conservación de los bienes situados en aquel territorio y está formado por cinco miembros. Cuatro profesionales especializados nombrados por: Academia de Geografía e Historia (historia), Instituto de Geografía e Historia (arqueología), Facultad de Humanidades (historia del arte) y Facultad de Arquitectura (ambas de la Universidad de San Carlos), presidido por el alcalde como máxima autoridad del municipio, responsable del desarrollo urbano del territorio.
Con el paso del tiempo, da la impresión de que el CNPAG olvidó su naturaleza y misión, pero, sobre todo, que el valor del conjunto urbano-arquitectónico del siglo XVIII, objeto de su existencia, radica en que se trata de ruinas conservadas que el tiempo se encargó de magnificar, y que su protección debe garantizar su permanencia en el tiempo; cosa que no ha hecho. Ante la “necesidad” de generar sus propios fondos, optó por habilitar espacios en las ruinas conservadas para celebrar fiestas, cumpleaños o bodas. En ese afán, ha reconstruido elementos arquitectónicos, a mi parecer de pobre calidad e innecesarios para resguardar la integridad del bien intervenido, haciendo desaparecer su invaluable calidad de ruina.
Viéndolas a la distancia, pareciera ser que lo único que les falta es el techo… lo que permite suponer un perverso plan para habilitar más espacios para alquilar. La responsabilidad de ese desatino es de los miembros del CNPAG, a quienes corresponde dictar la política de conservación, más allá de las propuestas de los arquitectos a cargo, que aparentemente tampoco tienen clara la diferencia de criterio entre restaurar un bien dañado y cómo conservar una ruina: el valor excepcional de La Antigua Guatemala. No es tan simple como saber colocar un ladrillo sobre otro, sino saber si los ladrillos deben ser colocados o no.
Esta crítica la he compartido con diferentes conservadores de la ciudad. Es complementaria a la denuncia: Deterioro de La Antigua Guatemala (2010) preparada por las asociaciones Salvemos Antigua (vecinos) y Diego de Porres (arquitectos e ingenieros colegiados) presentada a Unesco y al Ministerio de Cultura y Deportes. El CNPAG conoce la denuncia y a nadie parece interesar. Cada quien la ha desatendido, incumpliendo su obligación de conservar este bien universal.